En estos momentos de “vuelta al cole general” los adultos sufren el famoso síndrome postvacacional, una suerte de procrastinación por rechazo de la cruda realidad que incluso llega a provocar crisis existenciales. Ya es otoño en “la empresa” y se nos junta, además, con la necesidad (que no tendencia de temporada) de “conciliar” lo laboral y lo personal. Algunos tiran de método creando Kanban imposibles en la pizarra de la cocina, fusionando horarios laborales, de colegios, de institutos, de entrenos, de extraescolares, de estudios, de médicos… y un sinfín de tareas no opcionales que quieres/tienes que atender porque todas terminan afectando a lo importante: a tu vida. “Tú el imán azul y yo el naranja. Si lo cuadramos, más que un Kanban parece ¡brujería!”.
A mí, de primeras, lo que me sale de las tripas es deciros “¡corred insensatos!”, como Gandalf a sus compañeros en “En el Señor de los anillos: la Comunidad del anillo” al enfrentarse al Balrog (ser de fuego y sombras) en la batalla del Abismo de Helm (para nosotros septiembre (porque lo tiene todo: fuego, sombras y abismo). El problema es ¿hacia dónde correr? No tenemos universos paralelos conocidos -deben estar donde el famoso metaverso- y tampoco poseemos el don de la “ubicuidad” –mira que a lo mejor hay que invertir en la investigación de este don en lugar de en la IA…-. En estos momentos tan, tan épico-realistas, por no decir surrealistas, las políticas de conciliación a veces se nos quedan cortas. En fin, que huir no es una opción y correr como pollos sin cabeza hacia ningún lugar, tampoco. ¿Y si estamos enfocando el problema en modo “cultura del héroe” con la presión y ansiedad del “yo puedo con todo”? ¿Y si nos enfrentamos a este “universo de locura” no solos, sino en equipo?
¿Podría ser “el equipo” laboral un refugio de confianza, complementariedad y polivalencia que aliviara la presión del control y de llegar a todo?
Empecemos por analizar qué necesitamos para que un equipo funcione bien, es decir, para lograr los objetivos sin dejar a nadie por el camino ni necesitar excesivos sacrificios personales. En mi opinión, no son muchos elementos, pero han de estar presentes en el equipo, en todos sus miembros y en la consciencia de la dirección:
1. Tener un mismo concepto de equipo y ver al equipo como un “ente en sí mismo”, comprendiendo que, además del referente oficial en el equipo, debe existir un liderazgo compartido. Esto no significa que la persona que tenga el cargo de responsable comparta sus responsabilidades o que todos actúen como “líderes” (esto es imposible y además innecesario), sino que el equipo actúa como organismo único y vivo en el que cada miembro lidera su función, su acción, su responsabilidad; significa entrar cuando toca, como en una orquesta o una banda de jazz, significa estar ahí cuando un miembro del equipo necesita al resto puntualmente para seguir, incluyendo al “líder oficial”. Para lograr implantar este concepto es necesaria la existencia de objetivos o metas de equipo, no solo individuales, y que además puedan ser recompensados; elementos que nos ayuden a trascender del narcisismo, a escapar del individualismo y del ego, pero también de una autoexigencia voraz y un perfeccionismo obsesivo que nos lleva a un estrés y ansiedad constante.
2. Ser conscientes de la diversidad de destrezas y competencias de cada miembro del equipo para aprovechar la complementariedad, pero también la polivalencia. Esto implica entender que todos somos necesarios, pero sin poner la presión de ser imprescindibles. Somos necesarios e importantes porque contribuimos de una manera específica con nuestras habilidades, con formas de hacer y de ser únicas que empujan al equipo hacia delante (he ahí las fortalezas). Pero no somos imprescindibles, porque otros pueden y deben poder sustituirnos; tampoco somos infalibles porque no somos perfectos ni buenos en todo (he ahí las debilidades), y eso implica saber pedir ayuda al equipo y también ofrecerla y devolverla, un quid pro quo. De esta forma podríamos llegar a la tan ansiada eficiencia como equipo tanto en las intervenciones individuales como en la sincronía colectiva.
El concepto de equipo y la diversidad del mismo son imprescindibles para comprender y aprovechar las dinámicas de reciprocidad y juego de equipo que nos dicen que “no tenemos que llegar solos” y nos llevan a hablar de otro gran pilar, la confianza.
- Generar confianza: un vínculo poderoso porque se construye de forma lenta y constante, como una energía en movimiento y en crecimiento que conforma “el pegamento del equipo, la cohesión”. La confianza genera una expectativa en nosotros mismos y en los otros que nos compromete, y ese compromiso nos conecta, nos hace equipo. Se confía en que cada uno va a hacer lo que tiene hacer, en la responsabilidad individual pero también en la colectiva. Por eso, además de poderosa es frágil, porque le damos “poder a otros”, nos dejamos llevar, podemos soltar el control cuando vemos que no llegamos, pero nos tienen que recoger el guante cin criterio y lucidez. El compromiso es un signo de responsabilidad individual y colectiva con algo más grande que uno mismo, elegida y voluntaria, un elemento necesario para la generación de confianza dentro y fuera del equipo. No podemos generar confianza si no nos conocemos porque, como dice la sabiduría popular, “el roce hace el cariño”, al menos a veces y aunque otras haga el despego y cosas peores…
- Conocerse como equipo: y cuando digo conocerse no me refiero a saber quién es quién, sino a conocer cómo funciona esa persona en su totalidad (personal y profesional), sus destrezas, competencias y habilidades, saber como nos complementamos, conocer esas dinámicas de interacción de las que hablábamos antes. Aquí me surgen varias preguntas:
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- ¿Cómo afecta un 80-100% de teletrabajo a los tres puntos anteriores?
- ¿Es posible construir cohesión, conocer las destrezas de sus miembros, generar confianza con equipos totalmente remotos?
- ¿Qué ocurre con todo ello cuando llega un nuevo miembro al equipo y teletrabaja desde el mismo periodo de onbording, no existe apenas presencialidad o si la hay, los miembros del equipo no coinciden?
Parte del retroceso del teletrabajo en aquellas empresas en las que éste contaba con mucho peso tiene que ver con no haber tenido en cuenta la necesidad social de las personas, los problemas individuales que trae el aislamiento, la desconexión del equipo y la falta de compromiso. En el medio esta la virtud y tenemos que seguir buscando este equilibrio y parte de él es seguir combinando lo analógico con lo digital.
En el plano laboral la fusión de estos cuatro elementos busca maximizar el potencial del equipo en pro de minimizar la presión individual excesiva, el “síndrome del héroe” y la soledad, apoyándonos en el vínculo con el equipo. Pero, ¿y si estos cuatro elementos los llevamos al “equipo familiar”? ¿Y si ese Kanban, que nos da más miedo que el Balrog, es una oportunidad para ser más conscientes y valorar más la contribución de cada miembro de la familia, por pequeña que sea esa aportación?
El amor familiar es muy grande, pero vernos familiarmente como un equipo -¡por qué no!- enseña a los más pequeños, a nuestros maravillosos adolescentes y a nosotros mismos, que se llega más lejos en equipo, que a veces tenemos que pedir ayuda, que tenemos responsabilidades a las que estamos comprometidos porque “otros” confían en nosotros, pero que errar es de humanos y que, además, está permitido. Si le permitimos a la IA “alucinar”, ¡a ver si no vamos a poder hacerlo nosotros!
Ser un equipo familiar nos permite soltar (serán necesarias algunas renuncias) o coger más lastre en función de las circunstancias permitiendo que todo el mundo ponga su granito de arena por pequeño que sea y a la vez sentirse muy grande. Os confieso que mi hijo de 10 años nos escribió una carta “a la familia” hace unos días (lo que sorprenden los niños) y me inspiró este final diciéndonos, cito textualmente un párrafo: “Hola familia, vengo a deciros que os quiero y no estáis solos, aunque algunos momentos son difíciles para todos siempre los solucionamos juntos como un equipo, porque somos “los López”, “los Romero”, “los López-Romero” y mil cosas más…”. No sé si es porque juega al baloncesto y lo del equipo se le va inoculando pero, lo que sí se es que me chutó una buena dosis de esa energía poderosa, de esa confianza en el futuro que te da saber que formas parte de “un gran equipo” no solo en lo profesional sino también en lo personal. ¡Bienvenidos a la nueva temporada de ORH, equipos y familias!