A veces los dilemas éticos no llegan con estruendo, sino en forma de un simple correo, una instrucción ambigua, un apellido que pesa más de lo debido. “Gestiona su candidatura con cuidado”, dice el mensaje, y con él se abre un laberinto moral. Seguro que le has dado vueltas a este dilema. Pues te dejo abierto otro que surge de las preguntas realizadas en el planteamiento del mismo la semana pasada: ¿Es lícito cerrar las puertas a un candidato solo porque no tenga un título concreto cuando es posible que cumpla más la adecuación al puesto que el conocimiento técnico? El hijo del director general podría ser muy idóneo al puesto, aunque no sea elegible por incumplimientos requisitos ¿La respuesta a esta pregunta es la misma si tengo en cuenta el apellido o no?
A través del análisis desde diferentes corrientes filosóficas se busca reflexionar sobre el papel de la ética profesional en contextos de presión jerárquica y discernir una postura que equilibre la justicia, la responsabilidad y la prudencia frente a las posibles decisiones que plantea el dilema, aceptar la excepción o mantener el rigor procedimental. Profundiza conmigo en las opciones propuestas del dilema y piensa que harías tú realmente.
Optar por la opción A: la entrevista como gesto de cortesía interna
La primera opción consiste en incluir al hijo del director a pesar de no cumplir los requisitos, con la intención de ofrecerle una oportunidad o, al menos, de mantener una buena relación con la dirección. A primera vista, podría parecer una muestra de diplomacia o de apertura al “talento joven”. Sin embargo, desde una perspectiva ética, este camino es arriesgado.
Immanuel Kant nos recuerda que la moralidad no depende de las consecuencias sino del deber. Obrar éticamente implica actuar según principios que puedan universalizarse. Si justificáramos la excepción solo porque el candidato es hijo de un directivo estaríamos creando una máxima imposible de universalizar: “Es correcto favorecer a quien tiene influencia”. Aplicada a la selección, esa máxima socavaría la justicia y la credibilidad del proceso; puede parecer pragmática, pero desde la ética deontológica sería moralmente incorrecta: el deber del técnico es la imparcialidad, no la conveniencia.
Desde un punto de vista utilitarista se podría argumentar lo contrario, que esta opción podría evitar tensiones con la dirección, mantener la paz laboral y preservar la estabilidad del departamento de RRHH. Sin embargo, el utilitarismo ha de considerar también las consecuencias a largo plazo: si los empleados perciben favoritismo o nepotismo, se debilita la confianza institucional, el clima laboral se deteriora y la reputación externa se ve afectada. El “beneficio inmediato” (evitar conflicto con el director) se contrapone a un “daño colectivo” (pérdida de credibilidad y motivación). Por tanto, el utilitarismo recomienda tambiénactuar conforme a las normas para generar un bienestar más sostenible.
Optar por la opción B: deber o rigidez
Esta opción podría parecer la elección “más rígida”, pero desde una mirada filosófica más profunda se trata de la opción más humana: aquella que protege la igualdad de oportunidades y la credibilidad del sistema, incluso cuando hacerlo supone incomodidad personal. Representa la defensa de la coherencia y la equidad profesional y supone aplicar las normas del proceso de forma uniforme, sin excepciones. En términos aristotélicos, esta opción encarna la virtud de la justicia, entendida como “dar a cada uno lo que le corresponde”. En este caso, aplicar las normas no es un acto de frialdad, sino de respeto a un principio superior: la meritocracia, la democracia del mérito.
Simone de Beauvoir defiende que la libertad solo tiene sentido cuando se ejerce en compromiso con la libertad de los demás. En este contexto, ceder ante el poder del director es renunciar a la propia libertad moral. La presión jerárquica crea una presión simbólica, una forma sutil de manipulación donde la conciencia se doblega. Elegir la opción B significa asumir la libertad responsable y actuar como sujeto ético autónomo, capaz de decidir según sus principios y no por miedo. Beauvoir diría que la libertad se demuestra en la acción, no en la intención, y que cada acto que reafirma la justicia amplía el horizonte de libertad para todos.
Opción C adicional: una alternativa no dicotómica: la prudencia sin concesión
Hay dilemas, muchos, que no se resuelven con una disyuntiva binaria, esos son los más difíciles, aquellos en que ninguna de las opciones nos deja tranquilos internamente. Aristóteles diría que la virtud se encuentra en el punto medio entre dos excesos: en este caso, entre la concesión y la inflexibilidad. Podríamos buscar ese equilibrio, mantener el proceso intacto, sin incluir al hijo del director general, pero ofrecer a la dirección una alternativa transparente, como proponerle al candidato una colaboración en prácticas.
Esta opción respeta el procedimiento (cumple el deber kantiano), evita el perjuicio colectivo (criterio utilitarista) y aplica prudencia (virtud aristotélica). El técnico no se rinde al favoritismo, pero tampoco desoye la realidad política de la organización: busca una salida ética y práctica que preserve la justicia sin provocar un conflicto innecesario.
Deliberaciones finales
- La opción A responde más al miedo o al deseo de agradar que al ejercicio de la profesionalidad. Lo que se gana en serenidad jerárquica se pierde en legitimidad ética. La cortesía, en este caso, se convierte en una forma refinada de injusticia. Es la voz de la conveniencia.
- La opción B no es la más cómoda, pero sí la más digna. Es el tipo de elección que no se justifica ante la jerarquía, sino ante la conciencia personal, es una elección que haría el mismísimo Sócrates que, como sabéis, decidió morir envenenado antes que renunciar a sus principios. Es la voz del deber.
- La opción C es una vía intermedia, plantea mantener la integridad del proceso (como en la opción B) pero ofrece una alternativa, evita el conflicto innecesario sin ceder en los principios. Si bien la coherencia pura de la opción B parece la más justa en términos éticos, la prudencia de la opción C la complementa con humanidad y visión estratégica. Es la voz de la prudencia.
 
								 
															 
								 
								 
								 
								 
								