Pensamiento crítico en el siglo XXI: un arma de construcción masiva
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Por Yolanda Romero, coordinadora de Formación de IA+Igual.- En 2008, Tony Wagner (Profesor en la Universidad de Harvard durante más de veinte años, incluidos cuatro años como Experto Residente en el Laboratorio de Innovación de Harvard y fundador y codirector, durante más de una década, del Grupo de Liderazgo para el Cambio en la Harvard Graduate School of Education), en su libro “La brecha del rendimiento global”, listó las 7 mayores destrezas para el S.XXI que, quince años después, mantienen su vigencia.
Pensamiento crítico.
- Resolución creativa de problemas y acceso y análisis de la información.
- Colaboración y liderazgo por influencia.
- Agilidad y versatilidad.
- Iniciativa.
- Comunicación oral y escrita de forma eficaz.
- Curiosidad.
Hoy quisiera centrarme en la primera de ellas, el pensamiento crítico, que en una sociedad inflacionada de información como la nuestra se revela como una competencia necesaria para construir una interpretación veraz, cierta y real de lo que acontece a nuestro alrededor. Como siempre que una palabra, concepto o expresión se pone de moda, una cosa es hablar de ella y otra ponerla en práctica; por eso, en estas líneas quisiera exponer algunas implicaciones de llevar el pensamiento crítico a la práctica.
Cuando decimos «pensamiento crítico» hablamos del proceso intelectual, que no emocional, que implica analizar y evaluar la información de manera objetiva, cuestionando los planteamientos y las suposiciones, identificando sesgos y utilizando el razonamiento lógico para llegar a conclusiones fundamentadas.
A través del pensamiento crítico somos capaces de examinar nuestras propias creencias y perspectivas, así como las de los demás, con el fin de obtener una comprensión más completa y precisa de la realidad. En definitiva, es una herramienta para una buena toma de decisiones, para resolver problemas y para comprender el mundo que nos rodea, que nos permite discernir lo confiable de lo engañoso e identificar las trampas cognitivas y los sesgos que distorsionan la realidad.
El mundo -y con ello me refiero a toda la sociedad-, las empresas, nosotros mismos en nuestra realidad diaria… todo y todos necesitamos de un análisis crítico más allá de la primera noticia, la primera impresión o la primera información viral. Hemos de ser capaces de analizar las situaciones, circunstancias, contextos y variables desde un enfoque amplio para cuestionar nuestros propios sesgos de identidad (aquellos por los que filtramos la información), y también a los sesgos de otros (sus enfoques y su visión de los acontecimientos del nuestro entorno que compartimos). Lo necesitamos para la resolución de los grandes problemas y dilemas éticos actuales, para pasar de la creatividad a la innovación, pero, sobre todo, lo necesitamos si lo que queremos es que en este camino de evolución la sociedad lo haga dentro de un marco de valores humanista, si nos importa el cómo, si tenemos claro el tipo de sociedad que queremos en el futuro. Si no, disfrutemos el momento y dejémonos llevar.
¿Pero qué pasa cuando desactivamos esta poderosa herramienta, cuando no la ponemos en acción? ¿Cuando, como decía Kant, “nos sumergimos en una minoría de edad intelectual”, en la comodidad de no analizar y no decidir, de asumir y no indagar? Pues pasa que otros se erigen como nuestros tutores y lo hacen por nosotros, así no tenemos responsabilidad alguna, así podemos defendernos diciendo ser víctimas y no responsables. Puede pasar que nos convirtamos en seguidores miopes de una cuidada selección de datos o conclusiones que nos muestran una parte de la realidad, la que otros quieren que veamos, o en comparsas de opiniones inflamadas por la emocracia de forma que seamos más fáciles de manipular, influir y controlar. Es por ello que el pensamiento crítico no es solo una competencia fundamental y crítica para la vida profesional, sino sobre todo y en primer lugar para la vida en general.
Y es que el entorno actual, este caldo de cultivo tan efervescente y estimulante nos plantea algunos frenos a la hora de aplicar el pensamiento crítico a nuestro día a día:
- Necesidad de certezas en un entorno incierto: en un mundo volátil, donde en los últimos años han saltado por los aires muchos paragismas y donde el cambio es vertiginoso, hay una necesidad casi obsesiva por aparentar solidez y estabilidad, encontrar certezas, anclas, que nos permitan sobrellevar no tener el control. Aplicar el pensamiento crítico es un reto porque cuestionarse implica dudar. Uno de los mensajes de Victoria Camps en su libro “Elogio de la duda” es que la gente ya no quiere dudar porque eso implica reconocer una debilidad, una vulnerabilidad en un mundo donde todo tiene que parecer fuerte, estable, exitoso y sobre todo estar “con la corriente” no “contra la corriente”. Forzar la duda para comprobar la fortaleza de un argumento, de una noticia, de una decisión, de lo que vemos o de lo que leemos es la base del pensamiento crítico, porque dudar nos fuerza a hacer preguntas, a buscar; solo así encontraremos más respuestas o lo que puede ser interesante, reafirmar lo que pensamos una vez deconstruido nuestra percepción.
- Hiperacción y turboaceleración: el corto plazo ha ganado terreno y lo ha perdido el valor del largo plazo y de lo perdurable. Se ha instaurado una dictadura del hacer, hacer y hacer frente al análisis y la reflexión ya que, por pequeño que sea, analizar implica detenerse, pararse, incluso no damos tiempo suficiente a lo que hemos decidido hacer, no damos tiempo a que surta efecto. Sucumbimos a la inmediatez. Y cuando lo hacemos creemos que “nos perdemos cosas”, que vamos lentos, que nos “descolgamos”, que nos quedamos “obsoletos”. La turboaceleración se ve muy bien reflejada en las redes sociales con su instantaneidad. Su minimización de los textos para conseguir la “atención” ha contribuido a generar un consumo desaforado de minidosis de información cuyo efecto es que cada vez nos cuesta más profundizar en la noticia, en el tema, en el contraste de esa información, que es donde activaríamos de forma más natural el pensamiento crítico.
Dejo para empezar tres elementos que creo son la base para trabajar el pensamiento crítico:
- Evitar la dualidad polarizada: la polarización en las posiciones nos impermeabiliza, nos inhabilita el propio cuestionamiento, nos empobrece y no nos permite profundizar.
- Pararse a hacer preguntas: y para ello es condición sine quanon hacer y hacerse buenas preguntas, porque no solo se trata de resolver problemas sino primero de identificarlos.
- Prestar atención: hemos de lograr suspender el ritmo acelerado que nos llevan a la dispersión y focalizar la atención de forma que sea selectiva y sostenida, porque así podremos emplearla en comprender de manera profunda el escenario y sus implicaciones.
Estas herramientas de neutralización, aunque no son nuevas, no son sencillas y van contra corriente, porque exigen pararse y analizar más allá de la primera capa, y eso es algo que implica dedicación de tiempo y atención. Justo de lo que siempre andamos escasos… ¿o quizá no?