El síndrome de Estocolmo en la gestión de conflictos

Maite Sáenz23 marzo 20235min
gestion de conflictos

Por Maite Sáenz, directora de ORH.- A pesar de que las palabras vienen con un manual de uso, que es el diccionario, las aplicaciones creativas que les damos a veces provocan interpretaciones erróneas que en el mejor de los casos engrosan las antologías del disparate y en el peor se consolidan como convicciones sin derecho a réplica. Y eso sólo conduce al caos, sea cual sea el ámbito, personal o profesional me refiero, en el que tengamos que lidiar con ellas.

Un ejemplo de lo que quiero explicar es la palabra “respeto” y su verbo correspondiente “respetar”. Hace ya tiempo que entre nosotros se ha instalado el mantra de que “todas las ideas son respetables”, asumiendo que la bondad o la inocuidad es la connotación común a todas ellas. Y yo me pregunto: si todo es respetable… ¿qué está bien y qué está mal? ¿Han cambiado los básicos de los valores éticos que definen lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor, lo respetable y lo que no?

Confundimos el respeto a las personas con el respeto a sus ideas, pero lo uno no es sinónimo de lo otro. Los eruditos de la RAE definieron este sustantivo para aplicarlo a personas y/o cosas, no a constructos mentales, y con ello quisieron evitar que cayéramos en lo que ahora hemos provocado, que no es otra cosa que legitimar todos los comportamientos por el simple hecho de que nos hemos convencido de que todas las ideas sin excepción han de ser aceptadas. Y lo llevamos a extremos que rayan no el absurdo, sino la injusticia: “Gonzalo, entiende que en su lógica de razonamiento Marta no siente que está haciendo nada malo porque no te ve como un igual”. Ojiplática me quedé cuando alguien cercano me contó que estaba siendo objeto de acoso psicológico en el trabajo y que, aquí va lo sorprendente, un compañero intentó mediar argumentando lo entrecomillado.

 

¿En serio justifica un comportamiento vejatorio porque la idea que lo inspira ha de ser respetada? Querer entender a las partes, sean dos o dos docenas, no puede traducirse en empatizar con todas por igual, lo más probable es que acabemos siendo víctimas del Síndrome de Estocolmo y aceptando que todo vale si las ideas nos conducen.

 

El razonamiento es perverso, muy perverso, porque llevado al extremo, y en eso estamos, nos conduce al caos que provoca siempre la falta de respeto. La ausencia de este valor está en la raíz de muchos de nuestros males: si no hay respeto hay violencia, hay violación, hay agresión, hay mentira… muchas cosas malas suceden alredededor de él. Si todo es lícito, aceptamos implícitamente que no hay normas o que éstas tienen tanta holgura que cumplen la misma función que si no existieran o, peor aún, que si existieran pero formuladas sólo para el más fuerte, el más diferente, el más gritón o, sencillamente, el más hábil, charlatán y ladino vendiendo sus ideas.

Con esta reflexión os quiero transmitir que el respeto por las ideas no es tal, existe el respeto hacia las personas. Las ideas se comprenden o no, se comparten o no, se rebaten o no, se combaten o no… pero aplicarles las reglas del respeto es abrir la caja de Pandora para que todo valga y nada sea punible. Estoy convencida de que en la base de todo ha de estar la idea de que los derechos, porque esto es lo que está detrás de lo que estoy comentando- como las libertades, tienen sus límites cuando empiezan los de los demás.

Photo by Christian Lue on Unsplash.


Observatorio de Recursos Humanos

ORH | Observatorio de Recursos Humanos

Desde 2006 trabajamos para ofrecer contenidos e información de valor para el profesional de la gestión de RRHH, con el convencimiento de que el conocimiento, en sus vertientes de creatividad, innovación y aprendizaje continuo, es el principal valor de una dirección eficaz.



Contacta con nosotros


Nuestros Otros Proyectos


Suscríbete al boletín

* campos obligatorios
Acepto las condiciones de uso y la política de privacidad


Síguenos en Redes Sociales