Que la envidia cochina no apague tu luz… ni se quede con ella

  07/11/2025
  3 min.
«Es que he visto que tú vas más avanzada con los siguientes pasos y él (o ella) no, y me parece injusto». 🫨. Una conversación verídica de hace unas semanas que me ha venido a la mente escuchando a una buena amiga hablar sobre el miedo a destacar. Vaya por Dios. La capacidad como estigma. El compañerismo mal entendido. El cumplimiento de objetivos como evidencia involuntaria del incumplimiento de los demás. Lo peor es que la queja no venía del rezagado sino del intermediario, un ¿directivo? que convirtió a la incompetencia en víctima de la competencia y a ésta en la matarife del no puedo porque no te alcanzo (y no te dejas alcanzar). Un delirio en toda regla.

La aversión al logro ajeno tiene el nombre de síndrome de Procuso, un habitante del paisanaje de la mitología griega que, además de tener una posada estratégicamente situada, era remalo a la antigua usanza. Ofrecía alojamiento a los que por sus lares pasaban y cuando les tenía camelados les obligaba a acostarse en su cama para tomarles las medidas: a los que se les salían los pies por abajo o la cabeza por arriba, se los cortaba; a los que no les llegaban, les estiraba. No quiero ni pensar los complejos que le reconcomían.

La leyenda de Procuso es una fábula sobre la envidia. Tan anti virtud es que se le admite el pleonasmo de hablar de ella como la “envidia malsana” («envidia cochina» en roman paladino). Durante siglos las intrigas palaciegas se han movido a golpe de envidia y de hoja de hacha afilada. La cuestión era cortar las cabezas que hicieran sombra, ya fuera por la casualidad del linaje dinástico o porque, simplemente, eran de gente más guapa, más lista, más seductora o más mejor en lo más nimio. Nada que no continúe en pleno siglo XXI sin hacer correr ríos de sangre aunque sí de lágrimas, desigualdad, injusticias y desesperación (léase también problemas de acoso, discriminación, absentismo, abandono…).

Si hablamos de la envidia en el trabajo, Procuso es el jefe que no quiere que nadie por abajo le eclipse, pero ¿y si también es al revés? ¿Y si entender mal la igualdad alimenta a los procusos de la tropa? Procusos directivos hay muchos e incluso intrigando contra ellos mismos, como en palacio, pero la envidia no se reparte por cuna, se larva como un mal aprendizaje cuando no se quiere aprender a ser igual o mejor.

El origen de no pocos males corporativos está en la identidad de los envidiosos porque nos quieren dejar a todos a oscuras. Como me dijo mi amiga, podrían aprovecharse de la luz ajena para encontrar la propia, pero sólo lo hacen para apropiarse de ella; todo con tal que criticar con inquina, acosar y, si es necesario, expulsar del sistema.

¿Que cómo acabó la historia que inspira este comentario? No frené y no me siento culpable. Diseccioné el contexto como quien desciende al mínimo común múltiplo -que no se trata de ir por libre sin más- y seguí a mi ritmo, por mi calle, sin invadir calles ajenas y sin mirar atrás. Llegué a la meta y sigo corriendo, que todo en la vida son metas volantes salvo una.

Fotografía hecha con Nano Banana.

CEO de ORH, plataforma de conocimiento e innovación en gestión estratégica de personas en las organizaciones creada en 2006. Es Licenciada en Periodismo y bajo la cabecera Observatorio de Recursos Humanos ha puesto en marcha proyectos como ORHIT-Observatorio RH de Innovación y Transformación, OES-Observatorio de Empresas Saludables, SFS-Empresas Saludables, Flexibles y Sostenibles e IA+Igual.

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