¡Multiplícate por cero!
Por Maite Sáenz, directora de ORH.- ¿Las empresas olvidan? Me refiero a lo que acontece en su seno a causa de las personas y entre ellas. No, olvidamos las personas. Si el CEO, un directivo o un gerente quiere y/o puede permitírselo porque hay pruebas de carga para hacerlo, la empresa olvida, si no, lo que sea que pudiera olvidarse, arraiga. Y si tú, jefe de departamento de RR.HH., o tú, técnico del área de formación, no quieres olvidar un encontronazo con un colega, un conflicto resuelto de aquella manera, un mal gesto o simplemente un error en tu contra, pues tampoco. ¿Pero y el gusto que da hacerse un «multiplícate por cero», eso sí, con mesura y fundamento?
Dejando de lado las situaciones de perjuicio o riesgo en las que la memoria corporativa hace tabla rasa tras las medidas oportunas y los aprendizajes correspondientes, es en las relaciones cotidianas, también en las profesionales, donde el olvido adquiere rango de habilidad. ¡Perdón, me he equivocado de palabra! Habilidad es la que tienen quienes se multiplican por cero para desaparecer de la escena del crimen escaqueándose de su responsabilidad; lo correcto es hablar de competencia porque el olvido bien gestionado nos permite avanzar:
- A veces porque lo necesitamos para recuperar nuestra autoestima.
- Otras porque quien nos lleva a él no merece nuestro tiempo, nuestro afecto ni tampoco un lugar en nuestra historia.
- Y muchas, la inmensa mayoría, porque son simples naderías que no podemos dejar anidar en una vida que siempre sigue adelante.
A olvidar bien se aprende. ¡Ah! ¿Es que se puede resetear mal? Sí si confundimos olvidar con desaparecer; sí si fiamos nuestro bienestar a un olvido en falso; sí si olvidamos sin olvidar. El rencor no es ausencia de perdón, es ganas de revancha y eso no es ni olvido ni perdón. Olvidar es encontrar la paz tras el agravio, el problema o el fiasco y para lograrlo hay que conseguir rebajar su peso en nuestra memoria. Justo lo contrario de hacer un mundo de todo. Es como cargar con él día y noche y pelearnos con él a todas horas. Vete luego a trabajar en equipo, a colaborar y a practicar la empatía. I-M-P-O-S-I-B-L-E.
“Estoy convencido de que olvidar es un regalo de la memoria. Sin el olvido nos sería muy difícil pasar página, hacer las paces o gozar de una conciencia tranquila, y casi imposible perdonar”. Este es un post en X del psiquiatra Luis Rojas Marcos, quien bendice diariamente su mala memoria por permitirle convivir con lo malo de la vida y ayudarle a seguir viviendo con ello, a pesar de ello y sin ello como una carga.
En el hatillo de las competencias transversales debería haber hueco para el olvido. Al igual que el aprendizaje nos ayuda a nutrir nuestro pensamiento crítico y éste nos acerca a lo correcto y a la verdad, pensar bien nos permite olvidar mejor y viceversa.
Estando en la universidad mi profesor favorito, de pensamiento político era, nos advirtió de lo finita que es la memoria y nos recomendó ejercitarla no sólo para aprovechar hasta su último recoveco, sino también para liberarla de todo aquello que no merezca estar en ella. Luego vino el descarado Bart Simpson para explicármelo mucho mejor: aprende a hacerte un «multiplícate por 0» para reducir a la nada tus naderías cotidianas.