¿Ha evolucionado la mala fama del regreso de las vacaciones en algo parecido a una paranoia?

Ángel Peña29 agosto 20239min
El primer verano tras el cese oficial de la pandemia puede volver a encender la paranoia del síndrome postvacacional. Por un lado, quizá no debamos obsesionarnos tanto. Por otro, si no podemos evitarlo, quizá debamos atender a sus causas profundas: o una falsa percepción del trabajo como algo completamente desligado de la vida o, simplemente, un puesto en el que no merece la pena permanecer.

 

Ya sí que sí. Aunque el anterior ya se pudo considerar el primer verano sin pandemia, fue algo excepcional. Nos íbamos de vacaciones como tanteando. El pasado mes de mayo, la OMS decretó oficialmente el fin de la emergencia sanitaria mundial y empezamos a preparar el primer Gran Verano de Verdad.

Pero, como suele suceder, la feliz noticia conlleva unos efectos secundarios. El famoso síndrome postvacacional amenaza con volver más vigoroso que nunca. El problema es que todo lo que se suele escribir al respecto nos suena demasiado familiar.

Javier Martínez Aldarondo, socio de Knowledge Works, prefiere romper los esquemas. ¿Y si nos lo estuviéramos planteando mal? “Para mí, ni los domingos por la tarde ni los lunes suponen un sufrimiento, como tampoco siento los viernes como una grandísima liberación”, asegura.

 

La omnipresencia del concepto de síndrome postvacacional genera un estado de ansiedad ante algo que, de hecho, aún no ha ocurrido. No facilita las cosas

 

Aplicando la misma lógica a las vacaciones, lo único que cambia es la intensidad: “La desconexión de vacaciones la vivo igual: no siento que llego al final de un maratón cuando las cojo… ni cuando las termino”. Para él, “trabajo y descanso no tienen que estar tan desconectados. A mí me gusta mi trabajo, lo disfruto, esa es la clave, aunque por supuesto que disfruto el cambio de actividad, ya sea un fin de semana o unas vacaciones más largas”.

 

Desembarco progresivo

En este segundo caso, admite, conviene un “desembarco progresivo” a la actividad laboral, pero no porque esta sea algo terrible en sí misma: “Es algo lógico, como cuando llevas mucho tiempo sin ir al gimnasio: no vas ocho horas el primer día. Primero, porque al día siguiente no te puedes mover, pero también porque no te quieres pasar una buena temporada con agujetas”.

La clave, insiste, está en recordar que, en realidad, tampoco te has ido a otro planeta. “Durante las vacaciones no has dejado de aprender, reflexionar, conversar, leer… Tampoco la reincorporación debería ser algo tan abrupto”. Además, podemos aprovechar una inercia compartida: “A la vuelta de vacaciones, la mayor parte del país suele estar como en un estado de ralentí”.

 

Con la pandemia nos volvimos más comprensivos con errores y dificultades que antes nos hubieran generado mucho estrés. Ahora todo el mundo va a asumir mejor que tenemos que reincorporarnos progresivamente a una nueva situación

 

Y, por si fuera poco, la pandemia puede ayudar. “Nos volvimos mucho más comprensivos con errores y dificultades que antes nos hubieran generado mucho estrés. Me parece que ahora todo el mundo va a asumir mejor que tenemos que reincorporarnos progresivamente a una nueva situación”.

Pero Martínez Aldarondo no se queda ahí, en la mera propuesta analgésica. De hecho, niega la mayor y propone valerse de esta incorporación progresiva para situarnos en el ritmo que verdaderamente nos conviene: “No creo que tengamos que acelerar más la vida, al contrario, hay que levantar el pie del acelerador. Aprovechemos entonces para ser muy eficientes: pensemos bien qué merece la pena hacer y concentrémonos en eso, dejando de hacer muchísimas de las cosas que no son imprescindibles”.

En definitiva, el supuesto problema de la vuelta al tajo se convierte en una oportunidad.

 

Es normal que te desanimes cuando se acaban las vacaciones, pero si no te hace ninguna ilusión volver al trabajo, es señal de que ese empleo puede no ser adecuado para ti

¿Ha evolucionado la mala fama del regreso de las vacaciones en algo parecido a una paranoia? Martínez Aldarondo así lo cree. “Me imagino que tendrá cierto fundamento, porque, efectivamente, para mucha gente volver al trabajo puede generar muchísima incomodidad, incluso algo traumático”, pero, en parte, la omnipresencia del concepto “genera un estado de ansiedad ante algo que, de hecho, aún no ha ocurrido. No facilita las cosas”.

En cualquier caso, consejos como el del desembarco progresivo -”trata de hacer aquello que no te cuesta tanto esfuerzo”- son complicados “si realmente el trabajo que te espera es algo que te genera frustración. No tiene mucho sentido que uno dedique su existencia a tareas, actividades, trabajos que no le generan bienestar mental y de todo tipo”.

Por eso, dice Martínez Aldarondo, “hay que acabar con ese estigma del trabajo como algo totalmente separado de la vida. Necesitamos que los espacios de trabajo sean una prolongación de los del resto de la vida”.

Los consejos de los directivos
Queda claro que el mejor consejo para evitar el síndrome posvacacional consiste en negar la mayor y luchar contra la percepción de vida y trabajo como realidades radicalmente separadas. Pero, incluso así, el cambio de actividad siempre tiene que doler, por lo que no nos resistimos a dar unos pocos ejemplos. Puestos a ello, buscamos un ángulo diferente. Morgan Smith, de la CNBC, ha preguntado a los propios directivos en un interesante artículo. Estas son las conclusiones:

• Madruga

Aunque parezca contradictorio, levantarse un poco antes de lo normal el primer día de vuelta al trabajo reduce la ansiedad. Laith Masarweh, CEO y fundador de Assistantly, recomienda un paseo, un poco de running al aire libre o algún ejercicio físico breve. Y, como alternativa para los más perezosos, la meditación y los ejercicios de respiración profunda.

• Expectativas realistas

Jâlie Cohen, responsable de talento global y vicepresidenta senior del Grupo Adecco, detecta en la montaña de correos electrónicos sin leer y a la presión por «ponerse manos a la obra» la gran fuente de estrés. Por eso sugiere, antes que nada, establecer expectativas claras con tu jefe y tus compañeros de equipo sobre qué responsabilidades priorizas y a cuántas reuniones podrás asistir de forma realista sin quemarte: «Acabamos de salir de las vacaciones, nadie debe esperar que hayas leído todos los correos electrónicos y resuelto todos los problemas».

• Un poco de diversión

André Heinz, director de Personas y Cultura del proveedor de software Celonis, programa “eventos de unión” con su equipo, “ya sea una cena o una hora feliz, donde podamos hablar de lo que nos espera». Según él, tener un acontecimiento en el calendario que te haga ilusión, ya sea un café para ponerte al día con un antiguo compañero de trabajo o una cena de equipo, te da «algo que esperar» y «puede hacer más fácil volver al trabajo».

• Confía en tu instinto

Si todo lo demás falla… Masarweh vuelve a situarnos en el principio de este reportaje: «Si te das cuenta de que realmente temes volver al trabajo, puede que sea el momento de plantearte un cambio de carrera. Es normal que te desanimes cuando se acaban las vacaciones, pero si no te hace ninguna ilusión volver al trabajo, es señal de que ese empleo puede no ser adecuado para ti».


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