El cine, que siempre nos adelanta en eso de los sueños y las pesadillas, ya lleva tiempo haciendo taquilla con mundos paralelos más o menos distópicos. Mítica es Matrix, más reciente es Ready Player One y taquillera a más no poder fue Desafío Total. Antes de que se pusiera de moda la palabra de ídem vi “El círculo”. No tenía ni idea de qué iba y me llamó la atención el resumen, que hablaba de cómo una red social creaba un mundo paralelo y adictivo generando necesidades en modo “bola de nieve”.
Me atrajo porque la estética no era futurista sino cercana; una empresa tecnológica generosa con sus empleados y exigente con su rendimiento, todos ellos productores febriles de algoritmos muy deep learning, y con los datos, que no la persona -aunque lo pareciera-, en el centro del alma corporativa. Familiar, ¿verdad? La peli, de 2017, pasó sin pena ni gloria, a pesar de que tenía el plus de ver a Tom Hanks hacer de Maquiavelo con la estética de Steve Jobs. El círculo era el símbolo de la vida que describía la cinta: todo empezaba y acababa en él, como la rueda en la que giran y giran los hámsters.
¿Es Meta el Círculo? No me voy a meter en ese jardín si cito ambos términos en mayúscula, pero sí que voy a hacerlo hablando de ellos en minúscula. Hay muchos astros alineados para que el metaverso pase de la claqueta de acción del cine a la rutina diaria de la realidad cotidiana. Los hologramas llevan ya tiempo siendo un recurso bien aprovechado para la publicidad y el marketing, muy llamativos en eventos y aún por explotar en el universo del aprendizaje. Pero una empresa japonesa ha logrado el sueño de todo aspirante a tripulante espacial o simple CSI: proyectar imágenes interactivas en el aire con un 98% de claridad. ¿Os imagináis pilotando vuestro cuadro de mando de RRHH como Horatio Cane en CSI Miami? También podemos encargar ya nuestro propio avatar y dejar que se compre su fondo de armario paseando por Génesis, la capital de Decentraland. ¿Qué me decís si trasladamos nuestras instalaciones a ese universo que no se puede pisar pero al que sí se puede pasar? ¡El boom del metaverso es hasta inmobiliario! Y como no es un espacio físico real, sus posibilidades son infinitas. Ahí es donde residen sus oportunidades y sus amenazas.
El metaverso llega cuando ni de lejos se atisba una reflexión ética y normativa mínimamente visionaria sobre la inteligencia artificial y su impacto en la economía, el mundo del trabajo y en la vida misma. La disrupción es un traje demasiado grande para quienes deberían asumir esa responsabilidad. Y por esas grietas se cuela la curiosidad imparable de quienes diseñan, sobre la marcha y a velocidad creciente, el patronaje de nuestro nuevo mundo. ¿Tendrá forma de círculo?
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