Modelos y líderes

Redacción27 abril 20226min

por Felipe Rodrigo Gutiérrez de la Cámara, director adjunto del Instituto de Acompañamiento.

El filósofo alemán Max Scheler dictó en 1921 un curso en la Universidad de Colonia, que fue publicado con el título de Modelos y líderes. En él, hace una clara distinción entre lo que es un modelo y lo que es un líder. Afirma Scheler que un maestro no es un líder, debido a que el liderazgo más originario y poderoso es siempre el personal-carismático. Al líder se le sigue; el modelo se imita. El líder puede ser moralmente negativo o indiferente; el modelo es siempre valioso y ejemplar. El modelo vive en la profundidad del alma.

La relación de liderazgo es consciente y recíproca y así lo atestiguan tanto el líder como el seguidor. No así la del modelo, que es una relación ideal, porque se puede ser un modelo sin saberlo. El liderazgo, a diferencia del modelo, es un concepto axiológicamente neutral, donde el modelo es siempre un concepto de valor. Lo que actúa sobre el alma, formándola y modelándola, no son reglas morales abstractas, sino modelos vivos y concretos.

Mediante el amor, nos hacemos parecidos al modelo. Tener un modelo es lo mismo que querer ser como él. No elegimos los modelos; por el contrario, nos atraen y arrastran y aquí reside el sentido genuino de toda educación verdadera.

Este planteamiento se hace más actual que nunca, y no porque sea necesario diferenciar estos roles, ni quiera entrar en discusión con el propio Scheler, sino porque creo que es necesario que, como formadores y educadores, volvamos a tomar conciencia de que nuestros niños y jóvenes requieren, necesitan, modelos de referencia.

Modelos que nos hagan vibrar

Escuché en una clase del máster en Acompañamiento Educativo de la Universidad Francisco de Vitoria una frase que me interpela como formador, “todos necesitamos modelos que nos hagan vibrar y nos generan propuestas de vida con sentido”.

A partir de ahí, nos podemos hacer la pregunta en qué medida nuestras relaciones formativas, y no solo las clases, sino también mis mensajes por Canvas, mis tutorías o mentorías, mis mensajes por redes sociales… En definitiva, mi manera de ser y estar, generan esa propuesta con sentido. Como comunidad educativa quizá es bueno que nos renueven constantemente esta conciencia, que nosotros mismos hemos demandado y seguimos haciéndolo. Porque todos, a través de nuestros padres, amigos, familiares, hemos necesitado y necesitamos referentes que nos ayuden a construir el sentido de nuestra vida.

No son pocos los que frente a la Covid hemos ido a internet a buscar y conocer más sobre este virus que nos ha tenido tan preocupados y alarmados. Hemos necesitado una narración, y la hemos buscado de una manera u otra, para entender este y otros muchos aspectos y situaciones de nuestra vida. Necesitamos una narración que dote de sentido al porqué de las cosas. Pocas cosas peores que no tener un sentido de lo que nos ocurre.

Lo que ven cuando nos miran

Es lo que el propio Franco Nembrini narra en su libro El arte de educar de padres a hijos a raíz de una de sus experiencias con su hijo. En ella relata como, a través de la mirada de su hijo, sintió la pregunta de este sobre si merecía la pena venir al mundo. Dice el propio Nembrini “Yo creo que nací como educador aquel día. Desde este momento, siempre que he entrado en clase, lo he hecho sintiendo también en mis alumnos esta pregunta”.

Por tanto, si todos buscamos referentes-modelos con los que comprender el transcurso de nuestra propia vida, los formadores juegan un papel fundamental.

Esta breve reflexión solamente pretende, o lo intenta, renovar esta conciencia. Vital para los alumnos, pero válida para todos aquellos que entran en relación con nosotros, pero también para nosotros. No solo cómo soy como modelo sino, como son otros modelos para mí. Ahí hay mucho que descubrir de cada uno.

Y una matización, los modelos no son perfectos, sino perfectamente imperfectos. Es precisamente lo que les posibilita ser modelo. Si todo lo hacen bien, y nunca se equivocan, se abre un abismo entre mi realidad, alumno, y la de aquel que debía ayudarme a construir el sentido de mi vida. Por ello, los modelos son modelos, no por su perfección, sino por llevar o intentar llevar una vida verdadera y auténtica, integrando quien soy con lo que hago; y con esperanza, la vida es un verdadero don que hay que vivir. Que al vernos quieran imitar nuestro modelo de vida. Porque el problema puede surgir cuando, como dice Nembrini, “Ellos hacen su trabajo: nos miran; el problema es lo que ven cuando nos miran”.

Para ahondar en este y otros temas que tienen que ver con la relación en el proceso formativo, invito a todos a participar en el I Congreso Internacional La potencia educativa de la relación.

Imagen: 123RF


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