Hoy te propongo ir a la que Aristóteles consideraba la madre de todas las virtudes, la prudencia, la más necesaria, la que abre la puerta a las demás virtudes y, paradójicamente, la más pasada de moda en un mundo que sucumbe a la inmediatez, a la opinión impulsiva y a la atracción del “management” acrobático. Es una de las cuatro virtudes cardinales que nos permite tomar decisiones bien fundamentadas, elegir bien, entre lo posible y lo adecuado.
En la era del vértigo infoirmativo, la prudencia nos abre la puerta al discernimiento como un don que nos permite “ver Matrix”. Analicemos la prudencia desde 5 puntos de vista, a ver si sumamos algún adepto más esta virtud tan crítica en tiempos complejos.
En clave económico-social
Peter Drucker ya lo advirtió: “La mayor amenaza para la toma de decisiones es la ilusión de saber”. Hoy esta ilusión se ha amplificado gracias a las redes sociales, al uso de IA y al acceso generalizado a un océano de información. La inmediatez nos empuja a decidir rápido dentro de esa bacanal de datos, pero nadie -o casi nadie- elige mal a sabiendas, lo hace por ignorancia o por ausencia de criterio. La prudencia es hoy contracultural y contraintuitiva porque nos obliga a no dejarnos arrastrar por la decisión colectiva, ni por el entusiasmo acrítico hacia cualquier tendencia o moda inconsistente.
Lo lento está sospechosamente mal visto, pero actuar con prudencia necesita justo eso, detenerse, observar, contextualizar, analizar y evaluar efectos en el corto y en el largo plazo. La prudencia ilumina el camino, evita el autoengaño y rompe con la posverdad.
En clave filosófica
Aristóteles, en «Ética a Nicómaco», afirma que la prudencia no es una ciencia, porque la ciencia versa sobre lo necesario; tampoco es técnica, porque la técnica produce cosas. Versa sobre lo contingente y la define como “una disposición racional verdadera orientada a la acción en lo que es bueno y malo para el hombre».
La prudencia aristotélica tiene tres elementos esenciales:
- La memoria: no la nostalgia edulcorada, sino recordar bien, saber qué funcionó, qué falló, por qué. Recordar para no repetir errores; esto es, aprender.
- La inteligencia: la capacidad de leer la situación y de comprender sus matices.
Aristóteles diría que es “ver con el ojo del alma”; esto es, contextualizar sin caer en simplismos. - La previsión: la facultad de deliberar bien sobre el futuro posible, qué puede pasar, qué impacto tendrá y quién se verá afectado.
Ocho siglos después, Tomás de Aquino afina aún más el concepto de prudencia Aristotélico y nos lo define como una ingeniería ética que ordena a las demás y nos dice que,sin prudencia, la valentía se convierte en temeridad, la justicia se vuelve dogmática, la templanza se vuelve frialdad y la voluntad se vuelve cabezonería.
En clave de talento
En las organizaciones buscamos líderes que actúen con coraje y también con prudencia, una combinación en ocasiones compleja de encontrar porque a veces es mal entendida. Hemos de comprender que la prudencia no implica pasividad, sino lucidez estratégica; no es parálisis, sino criterio; no es pasividad, sino brújula. La prudencia exige justo lo contrario de las dinámicas actuales: reflexionar en un entorno que idolatra la velocidad, escuchar en un entorno que premia actuar, deliberar en un entorno que quiere atajos, buscar el bien común en un entorno que promueve el ego, evaluar consecuencias a largo plazo en un entorno cortoplacista. Pero todo esto no implica falta de arrojo a la hora accionar.
La prudencia es revolucionaria precisamente porque es clásica, no vende humo, no promete éxitos exprés. Es una virtud trabajada, lenta, exigente, pero fiable. No se puede liderar bien sin un toque de prudencia, por eso esperamos del líder que piense, que vea, que elija y que actúe desde la honestidad, integridad y coherencia.
En clave artística

Los clásicos nos muestran que detrás de la prudencia está el autonococimiento, esa mirada honesta hacia uno mismo, ya que sin autocrítica no hay buen juicioporque podemos perdernos en los sesgos. Piero del Pollaiolo representa la virtud clásica de la prudencia sosteniendo en su mano izquierda un espejo, símbolo de la capacidad de observarnos a nosotros y la realidad sin autoengaño. En la mano derecha sostiene una serpiente, que en la iconografía clásica encarna la astucia inteligente, la capacidad de anticipar riesgos y actuar con sagacidad, con criterio para discernir.
El encuadre arquitectónico, limpio y equilibrado, refleja orden, proporción y estabilidad: la prudencia crea estructuras, no caos.
En clave de humor
El humor nos libera porque nos permite reírnos de nuestras sombras y, cómo no, de la fría realidad en la que se generan. Haciendo un guiño al humorista Luis Piedrahita y a su libro “Cambiando muy poco algo pasa de estar bien escrito…”, en el que crea 222 palabras únicas e inspiradoras, dedico este espacio a crear un término que describa la reacción actual ante la prudencia, su mal entendimiento y funcionamiento. Y para romper el hielo yo voto la primera por el término…
“Prudenciosis”: Irritación que experimenta un profesional cuando alguien propone pensar antes de actuar. Picor emocional provocado por la ausencia de dopamina derivada de no hacer algo impulsivamente.
Ejemplo práctico: ““Al sugerir evaluar riesgos antes de lanzar el proyecto, Marta provocó un brote agudo de Prudenciosis en todo el equipo”.
¿Y tú, cuál sugieres?