El mayor riesgo de contagio del virus SARS-CoV-2 se produce por contacto directo o contacto estrecho con personas infectadas a través de bioaerosoles. “Son partículas transportadas por el aire, constituidas por componentes vivos o moléculas grandes que han sido liberadas por un ser vivo. En el caso de las personas los llevamos en el interior, por así decirlo, los exhalamos y los puede inhalar otra persona llevando a una posible contaminación. Así es como se transmiten enfermedades como el sarampión o la tuberculosis”, explica Rafael Ruiz Calatrava, director de Programas y Planes Corporativos de Umivale y Doctor en Seguridad y Salud en el Trabajo.
Cuando hablamos de bioaerosoles hay que diferenciar entre aerosoles y gotículas:
- Los aerosoles son partículas inferiores a 100 micras de diámetro que exhalamos y quedan suspendidas en el aire. Los aerosoles de hasta 100 micras permanecen en el aire minutos, horas e incluso días. Si el aire los arrastra, pueden desplazarse hasta kilómetros de distancia.
- Las gotículas son las partículas superiores a 300 micras de diámetro que expulsamos al hablar o toser, que vencen la resistencia al aire y caen al suelo en segundos. Su principal peligro es que entren en contacto con ojos, boca o nariz de otras personas y provoquen el contagio. “De 100 a 300 micras hay gotas no efectivas mientras que solamente a partir de 300 micras es cuando podemos hablar de gotículas”, ha explicado Ruiz Calatrava.
Por cada gotícula liberamos alrededor de 1.200 aerosoles. “Esto cambia nuestra percepción total de la transmisión de la enfermedad”, destaca el también director de la Cátedra de Prevención de Riesgos Laborales y Salud Pública de la Universidad de Córdoba, en base al informe científico sobre vías de transmisión SARS-CoV-2, elaborado por un grupo de expertos para el Ministerio de Ciencia e Innovación de España en octubre de 2020.
Al principio de la pandemia también se habló de la transmisión indirecta a través de objetos o superficies contaminadas por dichas gotículas “pero no hay evidencias de contagio”, según reconoce Ruiz Calatrava.
Así, hay dos elementos que son fundamentales:
- La transmisión por el aire de las partículas
- El tiempo que permanecemos en una misma situación sin renovación del aire.
“Con el simple hecho de respirar ya estamos liberando aerosoles. Unas partículas que se multiplicarán dependiendo del tiempo que permanezcamos en un mismo espacio y si hablamos o elevamos la voz. Al hablar multiplicamos por diez las partículas respiratorias que podemos emitir en silencio y si gritamos o cantamos dichas partículas se multiplicarán por 50”, añade el experto. “Si hablamos, estornudamos o tosemos a una velocidad del viento de cuatro kilómetros por hora, los aerosoles pueden llegar hasta los 6 metros de distancia en cuestión de cinco segundos”, explica Ruiz Calatrava en base al estudio publicado en la revista científica “Physics of Fluids» y liderado por los investigadores Talib Dbouk y Dimitris Drikakis, del Instituto Americano de Física. “En base a este estudio el distanciamiento físico es insuficiente para frenar la propagación si no llevamos mascarilla”.
La importancia de la ventilación para evitar la transmisión
A este hecho se añade la importancia de la ventilación. “Los espacios cerrados y sin ventilación o ventilación inadecuada multiplican exponencialmente el riesgo de contagios, si además no se utilizan mascarillas homologadas ni se aplica la distancia de seguridad el resultado puede ser fatal”. Por este motivo desde el Gobierno se han emitido diferentes documentos con recomendaciones sobre el uso de instalaciones de climatización en edificios y medidas de prevención para evitar la transmisión y propagación en espacios cerrados que se pueden encontrar aquí.
Por regla general, lo más recomendable es:
- favorecer siempre que sea posible la interacción en espacios abiertos, pero si eso no es posible la recomendación es suministrar tanto aire exterior fresco como sea posible. El Ministerio de Trabajo y Economía Social recomienda un mínimo de 12,5 l/segundo y ocupante.
- verificar que los equipos encargados de la renovación de aire trabajen al menos en sus condiciones nominales de diseño, reducir o eliminar en lo posible la recirculación de aire en los equipos y programarlos para iniciar la ventilación a la velocidad nominal al menos dos horas antes del tiempo de uso del edificio y reducir a una velocidad más baja dos horas después del tiempo de uso del mismo.
- promover la ventilación natural abriendo las ventanas, al menos durante 15 minutos al entrar a la estancia, aunque haya ventilación mecánica.
- y en los baños, mantener los extractores siempre en funcionamiento y descargar los inodoros con la tapa cerrada.
- Uso continuado de mascarilla, bien ajustada, en todas las situaciones en que nos relacionemos con personas ajenas a nuestra unidad familiar.
- Complementar la mascarilla con el resto de medidas indicadas por los organismos oficiales y que recopilamos aquí (distancia de seguridad, higiene de manos, no levantar la voz, ventilación y purificación del aire de los locales, etc.).
- Por lo que respecta al tiempo, permanecer en lugares cerrados el mínimo tiempo posible.
- Seguir las recomendaciones de los expertos de la Federación de Asociaciones Europeas de Calefacción, Ventilación y Aire Acondicionado (REHVA), para establecer el caudal (m3/h) adecuado a la actividad del local que vendrá determinado por el número de renovaciones hora y volumen del mismo.
- La utilización de metodologías para la evaluación objetiva del riesgo de exposición a la COVID-19 como la publicada por el Consejo General de Profesionales de Seguridad y Salud en el Trabajo, ASPA Andalucía y la Cátedra de Prevención de Riesgos Laborales de la UCO, que se puede obtener gratuitamente aquí.
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