T-Shaped Person: los conectores de la diversidad funcional

Redacción ORH16 mayo 20238min

Por Jaume Gurt, country manager de Videocation, director general de Global Future of Work Foundation, advisor y mentor Los retos actuales son tan constantes, profundos y tan variados, que las organizaciones ya no son capaces de resolverlos en base a fuerza individual. Emerge pues con fuerza una nueva forma de pensar, actuar y trabajar que busca en el grupo las fortalezas y habilidades necesarias para seguir adelante con éxito.

 

La necesidad que tenemos las personas de compartir con otros nuestro destino no es nueva. Ya en los primeros pasos del ser humano se juntaron en familias y luego en tribus para sobrevivir, y derivado de las distintas disrupciones, en estructuras más complejas. La tecnología nos ha facilitado una evolución que ha convertido en complejidad nuestro mundo. La revolución industrial cambió el mundo del trabajo y las organizaciones, iniciando un proceso evolutivo continuo para ellas hasta la actualidad, ampliando las empresas con la creación de nuevos departamentos que cubrían las necesidades que aparecían como consecuencia de las correspondientes evoluciones tecnológicas y las necesidades humanas y sociales.

La forma inicial que se tomó se inspiraba en los ejércitos, basándose en sus jerarquías de poder y decisión, así como en sus áreas de especialización, favoreciendo la competitividad para escalar en los niveles de poder. Hoy el mundo profesional requiere de formas nuevas para enfrentar los cambios, estructuras de relación más flexibles, rápidas y eficientes frente a las oleadas de transformación y crisis que se suceden. Hoy, una empresa es mucho más que un grupo de personas que trabajan en distintos departamentos (históricamente silos que solo sabían de lo suyo y que en muchas ocasiones actuaban de espalda a las necesidades de los demás).

 

Colaboración vs productividad

 

El primer paso es empezar a cambiar la competitividad dentro de los departamentos por la colaboración, el trabajo de equipo. Esto se antoja fácil, todos son de una misma tribu (los tech, los sales, los marketers, los admin, etc) aunque en realidad no lo son. ¿Cómo potenciar el vínculo y la relación entre ellos para que pueden ser un verdadero equipo? ¿Cómo borrar la competitividad con la que se ha alimentado a las personas y sanar las heridas surgidas? Eso implica empezar a formar y desarrollar a las personas más allá de las habilidades técnicas de la propia tribu a la que pertenecen; es decir, el arte de las relaciones humanas, la comunicación, el sentido de pertenencia, la escucha activa, la empatía, la colaboración, y muchas otras cuestiones.

La segunda realidad va mucho más allá y aparece cuando el trabajo dentro de un área se conecta con las distintas áreas organizacionales: comercial debe vender, colaborar y entenderse con marketing  y almacén a la vez que controlar los cobros, los programadores han de desarrollar código y comprender las peticiones de los clientes (internos o externos) y sincronizar con marketing los lanzamientos, etc. En los casos más claros se construyen equipos de trabajo multifuncionales para proyectos concretos. ¿Cómo lograr que sean capaces de colaborar y trabajar juntos si son tribus distintas? ¿Como levantar la mirada “de lo mío” para comprender la realidad mayor y más importante de “lo nuestro”?

Estamos hablando del verdadero trabajo de equipo, de la auténtica sensación de agrupación de tribus que trabajan colaborativamente por y para el éxito de la empresa y no solo de ellos mismos. Parece claro que todo lo que tiene que ver con softskills facilitara la conexión entre personas y la creación de equipos, pero además requiere un conocimiento y comprensión mayor de las otras tribus con las que estamos ligados y con las que vamos a trabajar.

 

Solo cuando conoces a tus clientes o compañeros de viaje serás capaz de adaptar y maximizar tus habilidades por el bien mayor de la totalidad del equipo o proyecto.

 

En este caso necesitaremos tener una cierta comprensión de:

  1. La cultura, el estilo, la energía que tienen las otras tribus, y que terminan encarnando en formas de expresarse, en lo que es aceptado o no, en cómo se piden y se dan las cosas, en reglas que marcan “como se trabaja aquí”. Al igual que haríamos si viajemos a un país con unas tradiciones muy distintas a las nuestras.
  2. Las tareas que desempeñan, los objetivos que se marcan, las habilidades técnicas y herramientas propias que utilizan. Conocer su trabajo ayuda a entender cómo piensan, y te dota de su mismo lenguaje.

Ya lo dijo Sun Tsu en el arte de la guerra “si conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo, no deberías temer el resultado de mil batallas”.

En esta realidad donde los silos tienden a la extinción, emerge con fuerza el perfil de persona T-SHAPED, el “aprendiz de muchos oficios, maestro de al menos uno”. Se trata de una persona que posee una profunda experiencia en al menos una especialidad técnica y que, además, se cultiva con múltiples conocimientos de apoyo que lo complementan tanto en hardskills de otras áreas como softskills (trabajo en red, pensamiento crítico, empatía, etc.), lo que le dota de una alta capacidad para interactuar con otras personas, comprenderlas y trabajar con ellos de forma colaborativa.

En la actualidad empezamos a ver perfiles muy buscados que combinan experiencia en dos especialidades técnicas en las que suman humanidades y ciencias. ¿De qué nos sirve un gran ingeniero si no tiene la habilidad de comunicarse de forma efectiva y colaborativa con otros perfiles?  No estamos diciendo que sean expertos en todo, pero sí que tengan conocimientos multidisciplinares en la medida adecuada.

 

Así como con 1.000 palabras una persona ya es capaz de expresarse en un idioma, para la mayoría de los mortales un 30% del conocimiento de una disciplina es suficiente para las tareas que realizamos.

 

Ese es su secreto, ser capaces de atesorar esos aprendizajes más allá de sus especialidades con el grado suficiente. Posiblemente conozcas a alguna persona capaz de hablar sobre temas muy diversos, con conocimiento y sensatez. Ese es un síntoma de mirada amplia, muy probablemente sea un perfil T-shaped.

Esta riqueza se puede cultivar; indudablemente, no todas las semillas florecen, pero con una política activa en la empresa que fomenta el aprendizaje de disciplinas más allá las propias, emergerán de forma orgánica aquellos que por su carácter puedan jugar ese papel. De este modo estaremos iniciando la vía de la transformación.

Estos perfiles actúan en muchas ocasiones como un router, conectando la diversidad funcional de la empresa, escuchando y comprendiendo a las distintas partes, traduciendo los mensajes entre las distintas lenguas departamentales, impulsando y, en muchos casos, dirigiendo la colaboración entre ellos, siendo verdaderos conectores que terminan vertebrando organizaciones multidisciplinares de éxito. ¿Cuántos necesitas para tu empresa?


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