La vivencia de una guerra inconcebible hasta hace cinco semanas viene a llover sobre mojado en lo que a la salud emocional se refiere. Del miedo a perder la vida por el covid hemos pasado al miedo a que la guerra se acerque demasiado y a que sus efectos nos afecten reamente en nuestro día a día. En esta entrevista en exclusiva, Jacqueline Petkovic, psicóloga clínica y victimóloga*, y con Sarah Chalandon-Goldman, psicóloga, ambas colaboradoras de Stimulus, nos explican cuáles son los principales sentimientos que en toda Europa está provocando este conflicto.
No sólo estamos viendo un conflicto armado en tiempo real sino que además nos involucramos en la ayuda a los refugiados viviendo su dolor como propio. Y por si fuera poco, los ecos de la crisis económica nos bombardean por todos los flancos, haciéndonos temer un futuro apocalíptico: desabastecimiento de ciertos productos, encarecimiento de la mayoría, colectivos enteros con la actividad paralizada o trabajándola a pérdidas… El miedo es libre, sobre todo cuando el panorama se funde a negro.
P) Ustedes tienen clientes en toda Europa y ello les permite tener información privilegiada del impacto emocional que la guerra en Ucrania está teniendo en europeos. ¿Cómo se explica ese impacto?
En nuestra opinión, existen al menos cuatro explicaciones:
- Es un conflicto sin precedentes. Es importante recordar que la última guerra en Europa – o en sus fronteras – se remonta al año 2008 (en Georgia). Para una buena parte de la población (los treintañeros en particular), podría decirse que esta es la primera vez que Europa se ve afectada por un conflicto armado.
- Es un conflicto repentino. Además, creo que el carácter repentino de esta guerra, tal y como la cubren los medios de comunicación, es muy específico; hasta hace unas semanas casi nadie pensaba que la invasión de Ucrania fuese posible. Este carácter repentino del conflicto genera una sensación de incertidumbre que repercute directamente en la intensidad emocional de las personas – como si el cerebro no hubiera tenido tiempo de prepararse para una circunstancia de este tipo – creando una fuerte sensación de inseguridad. Viendo que esta situación ha surgido de forma tan repentina, hay quienes piensan que podría ocurrirles algo parecido en otras situaciones de su vida diaria.
- Es un conflicto injusto. El hecho de que muchos de nosotros no encontremos una razón lógica para la invasión de Ucrania puede afectar aún más nuestra sensación de inseguridad. Los medios de comunicación juegan igualmente un papel importante en este conflicto, sobre todo en la manera en que describen la personalidad de Vladimir Putin: presenta «signos de locura», está «dispuesto a todo».
- Y por último, es un conflicto que parece incomprensible. ¿Cómo razonarlo? ¿Cómo apaciguar, cómo liberar las emociones? Para la gran mayoría, esta liberación es difícil de encontrar. Sabiendo además que la energía nuclear está en manos de este personaje, son muchos los que se preguntan si será capaz de llegar hasta las últimas consecuencias.
Un conflicto que «sobra»
P) Cuando finalmente parecíamos estar saliendo de la crisis sanitaria, económica y social derivada del Covid-19, estalla una nueva crisis -diferente en su naturaleza, pero similar en muchos de sus impactos- que vuelve a ensombrecer el panorama. En los últimos años, los europeos han sufrido diferentes tipos de crisis: los atentados, la pandemia y en la actualidad la guerra en Ucrania. ¿Hasta qué punto estas crisis afectan a las personas?
R) Desde nuestro punto de vista, dos elementos diferencian estas crisis en sus impactos emocionales y en la vida cotidiana de las personas:
- En primer lugar, el nivel de exposición o la sensación del nivel de exposición no es exactamente el mismo.
Entre los años 2015 y 2017, una ola de atentados terroristas (París, Bruselas, Barcelona) golpeó a Europa. Para todos nosotros, fue muy difícil no pensar en ello a diario. Todos fuimos, en cierto modo, víctimas directas o indirectas de aquellos acontecimientos. En nuestras mentes sigue muy vivo el impacto que la pandemia tuvo en nuestra vida cotidiana (confinamiento, toque de queda, uso de mascarillas…) y de su inmensa cobertura mediática. Con el conflicto en Ucrania, el nivel de exposición es menor, o en todo caso es más contrastado. Hay, por supuesto, víctimas directas e indirectas, pero la gran mayoría de los europeos está únicamente expuesta a esta guerra a través de los medios de comunicación.
A quienes optan por no estar informados, ¿les afecta realmente lo que pasando en Ucrania? En la actualidad, los impactos emocionales varían mucho según las personas. Tal vez esta situación evolucione a medida que aumentan los impactos económicos (precio de la gasolina, de la energía) y emocionales (acogida de los refugiados ucranianos en Europa).
- En segundo lugar, la relación con los demás es diferente según el tipo de crisis. Si el Covid-19 incitaba al distanciamiento físico, y desgraciadamente también al distanciamiento social, los atentados y la guerra en Ucrania parecen fomentar la solidaridad y el sentimiento de pertenencia a un colectivo.
P) ¿Qué tipo de emociones y pensamientos despierta esta guerra?
- Desde un punto de vista emocional:
En un primer momento, todas las víctimas, directas e indirectas, pueden encontrarse en un estado de conmoción y sentir estupefacción. Esto es probablemente lo que sintieron muchos europeos cuando escucharon, la mañana del 24 de febrero, que el gobierno de Vladimir Putin iniciaba la invasión a Ucrania. Posteriormente, tanto en las víctimas directas como en las indirectas existe un sentimiento de angustia -un miedo difuso que surge sin una razón específica- empieza a generalizarse y desemboca en hipervigilancia (estar atento a todo, ser sensible a todo), insomnio y pesadillas. Este es actualmente el caso de algunos empleados de empresas europeas que trabajan con Stimulus, no necesariamente vinculados a Ucrania o Rusia.
Las víctimas directas tienen tendencia a somatizar (el cuerpo exterioriza lo que la mente no logra expresar – aparición de escamas o rojeces en la piel, por poner un ejemplo). La somatización suele producirse cuando un individuo, atrapado en la acción, es incapaz de cuestionar sus sentimientos. Por el contrario, las víctimas indirectas, que suelen sentirse inútiles por su inactividad -o por su escasa actividad, pueden ser presa de pensamientos obsesivos. Por lo general, la angustia viene acompañada de un sentimiento de injusticia, de tristeza y de ira. En el caso de las víctimas indirectas, vemos a menudo un sentimiento de culpa por no estar en el país invadido.
- Desde un punto de vista conductual:
En tiempos de guerra surge un sentimiento generalizado de solidaridad: las personas quieren dar sentido a su ansiedad.
Es lo que está ocurriendo actualmente Europa: se convocan manifestaciones, se recaudan fondos o se organizan campañas de recogida de alimentos. Aunque esta solidaridad también existió en las dos crisis mencionadas anteriormente – en los atentados, en los momentos de recogimientos en los lugares donde se produjeron los ataques terroristas, y en la pandemia, en los aplausos a los sanitarios en diferentes países.
La solidaridad tiene un impacto positivo en el estado emocional de las víctimas si incita a la acción. El hecho de actuar presenta al menos tres beneficios: aumenta la sensación de utilidad, reduce no solo los pensamientos obsesivos, sino también la sensación de incertidumbre. De hecho, aumenta incluso la sensación de control. Y una mayor sensación de control es una de las claves para gestionar el estrés.
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