Por Maite Sáenz, directora de ORH.- ¿Existe el buenismo en la empresa? Por supuesto que sí. Las organizaciones no son entes impermeables a los comportamientos sociales, por mucha cultura corporativa que les de carácter. A lo largo de los siglos la sociedad ha “exportado” a los oficios trabajadores de todo tipo: reaccionarios, obedientes, patrióticos, desesperanzados, esforzados… Ahora le ha tocado el turno al buenista, esa nueva especie de homo requetesapiens al que se le ve venir desde el mismo proceso de reclutamiento. Lleva escrito en la frente el incontestable “porque yo lo valgo”, y destila un lenguaje de derechos y libertades con el que pretende reescribir la propuesta de valor que recibe (que no la que da) e incluso el propio convenio colectivo si le dejaran.
El buenista no es bueno por ser buenista, pero lo pretende y ese es el problema. Buenismo y bondad tienen muy poco que ver, porque mientras que para ser bueno hay que reconocer que los demás existen, para ser buenista no hace falta salir de uno mismo. Se dice que son muy sensibles cuando lo que tienen es la piel tan fina que se les rasga al tacto del más mínimo contratiempo; también se les reconoce muy espontáneos expresando sus emociones, aunque a decir verdad más bien les falta capacidad para medir la idoneidad de sus palabras según el escenario en el que las expresan. Todo es válido sea lo que sea, cuando sea y como sea, siempre y cuando sea suyo. Porque, eso sí, cuidadito con ellos que se ofenden a la mínima.
Los procesos de la gestión de talento con ellos son una hemeroteca de momentos Matrix para el empleador, el jefe o el compañero no woke.
- En el reclutamiento: “Acepto el puesto pero ahora voy a mudarme de piso. Tendrás que esperar”.
- En la acogida: “¿No hay menú de dieta Keto?”.
- En el desarrollo: “Quiero ser jefe”.
- En la flexibilidad: “¿Madrugar? Es que mi ritmo circadiano es nocturno”.
- En el desempeño: “Eso es acoso. No coartes mi libertad creativa (profesional, se entiende)”.
- En el liderazgo: “Si quieres ser un buen jefe o me satisfaces o no lo eres”.
Y con esto llegamos a la cancelación, la peligrosa cultura de la cancelación que el buenista practica con la sutileza de un borrico empecinado. O eres buenista o no eres buen compañero, buen jefe, buen líder o buena empresa. El buenismo superando a la bondad con argumentos que no se pueden rebatir salvo desde el absurdo de su inverosimilitud. La guerra por el talento escaso se está convirtiendo en la guerra contra el talento desubicado, y no porque esté lejos, sino porque está desnortado.
O eres buenista o no eres buen compañero, buen jefe, buen líder o buena empresa. Date por cancelado.