Si las palabras crean mundos, ¿en cuál está RR.HH?

Por Maite Sáenz, directora de ORH.- El lenguaje es la historia viva del ser humano. A lo largo de los siglos, cuando una novedad, un hito o una realidad ha logrado transformar nuestros usos y costumbres, el neologismo con el que han sido bautizados ha acabado por ganar su hueco en el diccionario como miembro de la lengua de pleno derecho. A medida que la sociedad se ha sofisticado, generando más y más innovación, la verborrea para definirla se ha descontrolado, pero ahora ya ni nos molestamos en traducirla. Porque, eso sí, el lenguaje patrio no cotiza y la innovación o es en inglés o es menos innovación. En esto las jergas profesionales alcanzan el nivel pro. De hecho, creo que incluso subsisten gracias a ellas. Un speech, un post o un tweet del CRHO (y por extensión, de toda la suite RH) sin key words genera attrition en vez de engagement, hasta el punto de que se ha convertido en un mandatory para que los analytics de los likes crezcan y el networking lo comparta.
En el tú a tú con el negocio recursos humanos es un business Partner (HRBP) que cuenta y recuenta el full time equivalent mientras refuerza las soft skills de los managers para que sepan mantener un feedback constante con los empleados y las hard skills para que puedan nutrir el human management system con los data del performance, los surveys y los pulses de escucha.
El inbound recruitment diseña el funnel del talento y al nuevo empleado se le da la bienvenida al workplace con un onboarding a medida después de superar dinámicas de role playing, asessements y entrevistas one to one, y pasa a disfrutar de un paquete de wellbeing con mindfulness incluido porque, claro está, la employee value proposition condiciona la employee experience y así pasa lo que pasa, que el Employee Net Promoter Score no mide el valor de RR.HH pero lo parece.
Al workflow de los procesos de talento le está poniendo piedras en el camino el compliance laboral y la ESG, que inundan la gestión de reportings que cumplir en deadlines ajustados.
En fin, es una exageración, lo sé, yo misma escribo y hablo metiendo anglicismos un día sí y otro también, pero de verdad que lo intento, y cuando me pillo en un renuncio me dijo “¡mecachis, que haga esto yo con la devoción que le tengo a la RAE!”. Me río yo sola pero es que hay que reírse de uno mismo; es sano, es liberador y, amigos, rebaja el ego.