Salud mental: la realidad sí que debe arruinarnos un buen employer branding

Maite Sáenz3 noviembre 20235min
salud mental premios sfs
Por Maite Sáenz, directora de ORH.- Al hilo de un, como siempre, acertado artículo de Xavier Marcet sobre el valor justo y medido de las tendencias para diseñar el futuro que queremos, la lectura de otros dos textos, estudios ambos sobre el calado real de las medidas de salud, me obliga a desinflar la burbuja del bienestar corporativo. El wellbeing washing es tan real como irreal es el eslogan de la persona en el centro del todo organizacional. Y no por ausencia de medidas, opciones, ofertas y catálogos de elementos varios a incluir en la retribución flexible o en la propuesta de valor al empleado. El problema es que, existiendo todo eso, la experiencia del empleado no lo valora.

 

El pilar de la salud mental, tan cacareado en las estrategias de cuidado durante y después del Covid, no convence. Y no convence por la sencilla razón de que es reactivo: le pongo a usted un psicólogo en su vida si está estresado, deprimido, agobiado o angustiado y le dejo en sus manos. Externalizamos el abordaje del problema sin analizar antes su causa. Las evaluaciones de riesgos psicosociales dan “yuyu” y, cuando se aplican (que sí, son obligatorias pero…), ¿qué se hace con ellas?

El análisis de la investigación cuantitativa y cualitativa de los datos recogidos en la tercera convocatoria de los Premios SFS son ciertamente desmoralizadores: en el caso del bienestar emocional las medidas aplicadas por las empresas aprueban con 6,14 puntos, pero no obtienen el plácet de las plantillas, que de media les dan 4,17 puntos. El esfuerzo de los departamentos RH y PRL está ahí, yo lo veo en los cuestionarios y en las entrevistas que realizamos. Entonces, ¿por qué el gap que separa a empresas y empleados? La pregunta se contesta con otra pregunta: ¿Dónde está la raíz de buena parte del estrés laboral? Seamos honestos y admitámoslo: en la carga de trabajo. Todos estamos “hasta arriba” y a la mínima que podemos nos desahogamos con un “no me da la vida” que recitamos como una coletilla automática para disculpar los correos sin contestar. Yo soy eso, un continuo de remordimientos por no llegar a todo, una Maite perdida en días que no duermen y anclada en las disculpas.

Las estrategias de cuidado en los dos últimos años van un poco a la deriva y no terminan de encontrar su razón de ser de negocio. El hueco en el employer branding lo tienen, pero en la cultura corporativa (la de los de arriba) no se consolida. Por eso algunas medidas estrella están dejando de ser un must, como las pausas zen con clases de meditación y salas de relajación, los días libres para fomentar el bienestar o los días sin reuniones, y otras que deberían serlo retornan a Brideshead antes de haber llegado, como es el caso del derecho a la desconexión digital, que retrocede 4 puntos entre 2022 y 2023 según un estudio de ADP.

¿Qué queréis que os diga? Pues, para empezar, que el concepto de productividad no lo tenemos nada claro, y para terminar, que la pandemia de salud mental es real. El debate auténtico no es el del teletrabajo sí, no o a medias. No es el dónde sino el cómo y, por supuesto, el para quién.

 

 

Photo by Randy Tarampi on Unsplash.


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