Mandela: las disciplinas, que no competencias, de un gran líder

Maite Sáenz14 julio 202210min

Hacer el país y el mundo de sus sueños. Ese fue el propósito del legado que Nelson Mandela dejó cuando donó todo su archivo personal a la Fundación que lleva su nombre. No quería que se convirtiera “en la base de un proyecto de vanidad” como explican dos personas que trabajaron estrechamente con él y que hoy firman el artículo “What the wisdom of Mandela can teach us about leadership” que publica I by IMD. Sello Hatang y Verne Harris extraen de los recuerdos de sus vidas con él “lo que la sabiduría de Mandela nos puede enseñar sobre el liderazgo”.

Con este inicio el primero de los rasgos de un líder sabio como él no puede ser otro que la humildad pero, como bien dicen los autores del artículo, “los intentos de identificar las cualidades definitorias de Mandela como líder son innumerables. La mayoría cae en la trampa de ubicarlo en relación con lo que podría llamarse atributos genéricos de liderazgo: visión, coraje, la capacidad de mantener cerca a los rivales, etc. Pero la complejidad del Mandela como ser humano se negaba a reducirse a una serie de cajas prolijamente etiquetadas”. “Romantizarlo -dicen- no ayuda”, y lo necesario es apreciar su comportamiento en las distancias cortas, ver cómo afrontaba las situaciones, cómo solucionaba problemas, pero desde dentro de él».

 

Disciplinas, que no competencias

 

Sentido de la oportunidad: “Como líder, tenía un instinto natural para saber cuándo debía liderar desde atrás, como el pastor detrás de su rebaño, y cuándo debía estar al frente”, explican los expertos. El “tira y afloja” típico; ceder terreno para ganarlo después, retirarse ahora para ganar al final, esperar para actuar en el momento preciso. Pero, ¿cuál es el espacio dentro del cual es más probable que florezcan la buena sincronización y el instinto? Sin lugar a duda la disciplina diaria de unos hábitos constantes.

Ser consistente: Él mismo dividió el liderazgo en 2 categorías: el de aquéllos cuyas acciones no se pueden predecir (caprichosamente variables e inconsistentes) y el de los que son consecuentes con lo que dicen y hacen, los que tienen sentido del honor y visión.

Ser un buen oyente: Dos circunstancias le ayudaron a llegar a la presidencia de su país habiendo desarrollado una extraordinaria capacidad para escuchar. Primero, porque 27 años de cárcel dan para mucha escucha interior y también exterior; de hecho, los autores del artículo recuerdan que “aprendió por sí mismo a escuchar atentamente las voces del enemigo. Se comprometió en niveles más allá del pragmatismo o la cortesía con los guardianes de la prisión; eligió estar interesado en sus vidas”. Y segundo, porque era chico de tribu. “Había nacido en las tradiciones de la colectividad, que valoraba el arte de escuchar y exigía de todos el respeto a los rituales de consulta y diálogo. Incluso los líderes del más alto nivel pasaban más tiempo escuchando que hablando”.

 

Mandela podía dar un largo discurso cuando sentía que era necesario. Podía hablar con gran elocuencia y poder cuando la ocasión lo requería, pero como regla y como disciplina, rara vez desperdiciaba palabras. “Nunca tengo la costumbre de usar las palabras a la ligera”, dijo una vez.

 

Ser compasivo y humilde: “La gente debe aprender a odiar, y si puede aprender a odiar, se les puede enseñar a amar, porque el amor es más natural en el corazón humano que su opuesto”. Tan sencillo como eso. Sufrió mucho en su vida y, aún así, siempre mantuvo la fe en la bondad del ser humano. El amor es el único sentimiento genuino y los demás, el odio, la codicia, los prejuicios, son a su entender conductas aprendidas que se pueden desaprender. Se volcó en hacer ver a los demás las mejores versiones de sí mismos y eso creo las lealtades que le auparon. No obstante, Hatang y Harris advierten de la otra cara de la moneda de tanta generosidad: “Mandela podría ser demasiado leal. Podía tolerar demasiado tiempo la evidencia de haber obrado mal. Podría dar una segunda oportunidad demasiadas veces”.

Aprende del dolor: “Mandela eligió ver el dolor no como algo malo, sino como algo simplemente doloroso. Prefirió preguntar cuánto le debía a la vida en lugar de preguntarle qué le debía la vida. Eligió aprender del dolor”. Convirtió todo ello en una disciplina de conducta que le resultó muy útil para afrontar pérdidas, fracasos y circunstancias difíciles por doquier. Incluso llegó a decir -su asistente personal Zelda la Grange durante la fiesta de su noventa cumpleaños- lo siguiente: «Me gustó Robben Island… es una experiencia totalmente diferente… Me alegré de haber pasado por eso». Simplemente había estaba demostrando lo que se puede aprender del dolor.

Asume responsabilidades: Un líder es humano y puede fallar; de hecho, debe equivocarse para aprender y no endiosarse. “Evitar el esfuerzo fallido no es fundamental para un buen liderazgo; responsabilizarse de ello sí que lo es”. Mandela falló muchas veces como ser humano que fue y sus dos divorcios fueron dos lecciones de fracaso con la misma piedra.

Libérate: La libertad era la gran bandera de Mandela: luchó por ella y estuvo al servicio de ella. Pero por dónde primero empezó fue por sí mismo: “fue moldeado por múltiples tradiciones, instituciones y mentores. Pero lo que demostró desde muy temprano fue la capacidad de probar cada regla que le enseñaron y adoptarla como propia o desecharla”. Como ejemplo un botón: cuando el regente de Thembu le dijo que le había prometido en matrimonio Mandela robó le dos bueyes, los vendió y se pagó el billete hacia una nueva vida de libertad en Johannesburgo.

Tener sentido del humor: “Me gusta hacer bromas al examinar situaciones serias. Porque cuando las personas están relajadas pueden pensar correctamente…”, solía decir. Disfrutaba riendo con los demás, riéndose de sí mismo y, lo que es más importante, sabía hacer reír. Logró hacer de ello parte de su oficio y en sus últimos años se convirtió en un experto de la autocrítica a través del humor a expensas de uno mismo.

Registra tus momentos y tus pensamientos: Madiba nunca usó un ordenador pero fue un creador compulsivo de notas, cuadernos, libros enteros que hoy nutren la Fundación Mandela. No usaba la máquina de escribir mano por lo que él llamaba “la disciplina de la caligrafía”, y ciertamente, hacerlo así  le permitía reflexionar y ordenar ideas”, recuerdan los autores. Ya fuera en un cuaderno, una servilleta o una hoja suelta, escribir y escuchar se convirtieron en herramientas vitales para mantenerse al tanto de una realidad en constante cambio.

Cuídate: Mucho antes de la moda actual del cuidado físico y mental nuestro estadista supo aprovechar la energía esencial que da cuidarse a uno mismo. “Mantenerse en buena forma física fue una prioridad durante toda su vida. Era cuidadoso con lo que comía y bebía. Casi nunca se entregaba. La imagen importaba. Podría decirse que entendió la marca mejor que nadie y antes que la mayoría. El vestido era una herramienta de su oficio, pero también era la prenda de su alma”. ¡Ah! Y detestaba la impuntualidad

Hazte amigo de la mortalidad: En 1964 Mandela se enfrentó a la muerte, la esperaba plenamente convencido y como estrategia política no se opuso. Para él y sus compañeros de entonces, muy en la línea de los románticos defensores de sus ideales hasta la muerte, ésta era parte de la urdimbre diaria de la vida. Después, el Madiba anciano hablaba a menudo de ella, no rehuía hablar de su propia muerte primero, para avisar de que no siempre iba a estar ahí, y segundo, para demostrar que la muerte siempre es parte de la vida.

Photo by Ashim D’Silva on Unsplash.


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