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nos sustente y nos desarrolle en esa dirección. Lo de pedalear en vacío siempre ha sido complicado y lo de confundir rendimiento y liderazgo, habitual. Aunque para obtener buenos resultados en alguna tarea sea imprescindible ser un buen líder. Una de las lecciones que no se me olvidan es lo que me dijo hace ya unos años el entrenador que tenía en el equipo de baloncesto del High School en EE.UU.; “mira hijo, lo que no hagas en los entrenamientos, no te saldrá nunca en los partidos”. Tremenda realidad. Tenemos la creencia, la esperanza muchas veces de que en los “momentos de la verdad”, el subidón de adrenalina nos llevará a un estado de gracia en el que nuestro desempeño será especialmente acertado. Esto ocurre sí y sólo si hemos trabajado lo suficiente como para que nuestra posible acción nos sea transparente. Que no tengamos que pensar en qué hacemos (o cuanto menos, mejor), sino que hayamos automatizado lo más posible las respuestas. Que como decimos en coaching, fluyamos. Y como ocurre en los deportes, juguemos. Todos los días tenemos “grandes ocasiones” para aplicar nuestro liderazgo. No despreciemos las oportunidades que nos brinda el día a día para influir positivamente sobre nuestros equipos, para conseguir sacar lo mejor de ellos, para llevarles a nuevos estados de excelencia. Como decía mi abuela “las ocasiones las pintan pardas” y hay que saber leer entre líneas y aprovecharse de lo cotidiano. ¿Por qué creemos que el impacto va a ser menor de “muchos pocos” que del “discurso del rey”? Repasando lo que he dicho hasta ahora, tenemos tres características que, a mi modo de ver, definen un liderazgo tangible: cercano, enmarcado y entrenado. Y las áreas de gestión de personas disponemos de unas características claras en las que anclar programas de desarrollo de liderazgo en nuestras empresas (porque en base a lo que tengamos en la cabeza sobre lo que es, así formaremos a nuestros futuros líderes). ¿Con qué nos encontramos habitualmente en las organizaciones con las que hablo? En muchas de ellas, un liderazgo sano. En otras cuantas, un par de síndromes interesantes como “sorpresa ante la divergencia” y “evaluación desde la lejanía”. El primero no deja de hacerme gracia. Ante necesidades de cambio de cultura, algunos directivos se extrañan de que haya determinados comportamientos en sus equipos, en su organización. No llegan a comprender que no son más que el reflejo de lo que ellos transmiten como líderes (que pueden ser tóxicos). La cultura 55


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