Un refrigerador de los años 50 se entristece cuando cree que su dueño lo reemplazará por uno más moderno. En vez de eso el protagonista, quien siente un inmenso cariño hacia el “cacharro”, no duda en arreglarlo. Nos gusta porque ejemplifica muy bien cómo podemos prolongar la vida de nuestros objetos cotidianos, en vez de simplemente acercarnos a la tienda a comprar unos nuevos.
De esta forma practicamos un consumo más responsable y reducimos la generación de desechos, así como la contaminación energética que genera la producción de nuevos productos. Además, ¡podemos a provechar para practicar algunas habilidades manuales y hacer de la reparación una actividad divertida! Nos gusta también por la actitud cariñosa y empática del protagonista, quien no duda ni un segundo en seguir con su “viejo” amigo. Un ejemplo también de la importancia de no dar las cosas por sentadas y de no anticipar preocupaciones antes de tiempo.
Solo hay una cosa mejor que hacer nuevos amigos: conservar los viejos
Sección elaborada con la colaboración de: