Trabajo y Felicidad

Redacción ORH24 agosto 201612min

La felicidad es estar bien, y una persona está bien cuando está bien su cuerpo, su pensamiento y sus emociones. ¿Cómo afecta el trabajo a nuestro bienestar?  ¿Cómo afecta nuestro bienestar al trabajo? José Luis Dirube, socio-director de POP Omega, nos despeja estas dudas.

empresa saludable
El bienestar consiste en “estar bien”, en vivir momentos de placer en los que disfrutamos de lo que estamos haciendo.

En 2012 fue presentado, en el Encuentro de alto nivel sobre la Felicidad y el Bienestar de las Naciones Unidas, el primer informe mundial sobre la felicidad comisionado por la Asamblea General de las Naciones Unidas. El informe tuvo una segunda edición en 2013 en el que expertos en diferentes áreas del conocimiento, económico, psicológico, estadístico, describen cómo la medida del bienestar puede ser eficazmente utilizada para evaluar el progreso de los países.

Profundizando un poco más en los datos propuestos por la investigación y recordando que la salud mental es el mayor factor individual que afecta a la felicidad en todos los países, el estudio nos propone un detalle de los principales factores de riesgo para la salud mental, proponiendo para cada uno de ellos sus correspondientes factores protectores, o factores útiles para contrarrestar los efectos negativos de los primeros.

El informe dedica luego un apartado entero a los efectos positivos que derivan del bienestar subjetivo recogidos en tres categorías: salud y longevidad; ingresos, productividad y comportamiento organizativo; y finalmente comportamiento individual y social.

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Hay pruebas científicas concretas que indican que el bienestar subjetivo tiene un impacto objetivo sobre una gran cantidad de rasgos del comportamiento y afecta a los resultados en la vida, y no es solo una consecuencia de ellos; de hecho, se puede observar una relación dinámica entre la felicidad y otros aspectos importantes de nuestra vida cuyos efectos van en ambas direcciones.

Las investigaciones experimentales en las que los estados de ánimo y las emociones son inducidos en algunos participantes y sus acciones son comparadas con las de un grupo de control muestran que un estado de ánimo positivo contribuye a la creatividad, sociabilidad, altruismo, y se asocia a patrones fisiológicos beneficiosos. El nivel de bienestar subjetivo es útil para predecir la salud futura, la mortalidad, la productividad, los ingresos.

Un mejor entendimiento de los beneficios objetivos que derivan de un incremento en el nivel de felicidad puede contribuir a estimar el impacto potencial que se tendría al poner la felicidad más al centro de las decisiones. Una vez definidos los efectos positivos tangibles de un bienestar moderadamente elevado para los individuos, es necesario actuar para poner realmente el bienestar dentro de las políticas de empresa y generar las condiciones que permitan que cada uno prospere desde allí.

El fundamento se sustenta en la idea de que el bienestar consiste en “estar bien”, en vivir momentos de placer en los que disfrutamos de lo que estamos haciendo, experimentando una sensación de gozo y satisfacción y que la felicidad no es más que la sucesión de esos momentos.

«Estar bien” exige tener un cuerpo sano, mantener un pensamiento lúcido y controlar las emociones a fin de poder vivir en un estado de bienestar.

Así, Cuerpo, Pensamiento y Emoción constituyen las tres áreas en las que se agrupan las materias que se han de tener en cuenta para mejorar la productividad a través del bienestar de los empleados.

El informe mundial sobre la felicidad, comisionado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, nos aporta algunas pistas de por dónde deberíamos empezar:

  • Bienestar del cuerpo, factores de riesgo: Enfermedades, malos trabajos, desempleo, pobre acceso a servicios básicos, injusticia discriminación.

Para salvar estos factores de riesgo las empresas pueden:

Fomentar el autoconocimiento corporal. Conocer tu cuerpo es clave para poderlo gestionar bien. Un correcto autodiagnóstico, que contemple la introspección y la evaluación externa, es clave para ello.

Apoyar la salud y la belleza como parte de la cultura corporativa. Crearse hábitos de prevención de la salud es una fuente de bienestar. Además al cuerpo hay que cuidarlo, por dentro y por fuera.

Velar por la nutrición y dietética. Sabemos que debemos comer equilibradamente para tener una buena salud. Ante todo debemos saber que una dieta equilibrada es aquella que aporta todos los nutrientes en las cantidades necesarias para que el organismo funcione correctamente según nuestro estilo de vida. (Máquinas de “vending”, comedores de empresa, etc.).

– Propiciar el ejercicio físico y el deporte. Realizar de forma regular y sistemática una actividad física ha demostrado ser una práctica muy beneficiosa en la prevención, desarrollo y rehabilitación de la salud, a la vez que ayuda al carácter, la disciplina y a la toma de decisiones en la vida cotidiana. Las empresas pueden organizar actividades deportivas (desde carreras hasta concursos de baile)

  • Bienestar del pensamiento, factores de riesgo: Baja autoestima, dificultades de comunicación.

En este sentido las empresas pueden:

Propiciar el autoconocimiento racional. Tenemos el cerebro dividido en dos hemisferios, con funcionalidades diferentes. Aquí nos centraremos en el hemisferio racional. Descubrirás que hay varias formas de pensar y que conocerlo nos ayuda identificar nuestro potencial.

Apoyar la gestión del pensamiento. Convertir el pensamiento en tu aliado.

Desarrollar la creatividad. La creatividad es la característica que mejor identifica al ser humano. Todos somos creativos, aprovechar esta cualidad supone aprovechar el potencial de “todos los empleados” de una organización, pero para ello es necesario fomentar la iniciativa y ser tolerante con los errores.

Ayudar a implantar el pensamiento positivo. Enseñar optimismo para generar entornos de trabajo más amables y productivos.

Enseñar a gestionar conflictos y a tomar de decisiones. Mediante técnicas adecuadas a cada circunstancia.

Mejorar las habilidades de comunicación: aprender a pedir y a denegar, a dirigir reuniones, a liderar, a negociar…

  • Bienestar emocional, factores de riesgo: Inmadurez emocional, baja autoestima, soledad, pérdida, conflictos familiares y laborales, malos trabajos, estrés.

Para prevenir estos factores de riesgo las empresas pueden:

Fomentar el autoconocimiento emocional. Conocer nuestras emociones es clave para poderlas gestionar bien. Un correcto autodiagnóstico, que contemple la introspección y la evaluación externa, es clave. El autoconocimiento emocional es la capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece, para actuar de la forma en la que queremos hacerlo. Esta es la base de la inteligencia emocional.

Gestión de las emociones. Las emociones son avisos inconscientes, señales ante determinadas circunstancias. Al ser inconscientes no podemos controlarlas de una forma racional. Aprender cómo hacerlo es nuestro objetivo.

Sentir las emociones. Las emociones no son ni buenas ni malas, tan sólo son señales. El sentimiento es el reconocimiento de las emociones. Aprende a sentir tus emociones.

Relaciones emocionales. La inteligencia emocional es ser capaz de reconocer las emociones para comportarnos como deseamos. Si somos capaces de reconocer las emociones en los demás estaremos en disposición clara de mejorar las relaciones interpersonales.

Sostiene Antonio Damasio, premio Príncipe de Asturias de investigación científica en 2005, que el sistema emocional es un sistema operativo del cuerpo que nos protege de agresiones externas. Así como el sistema inmune nos protege de ataques internos y cuando el cuerpo recibe la visita de un elemento extraño inmediatamente lanza una serie de partículas, leucocitos, plaquetas, anticuerpos, con el fin de aislarlo o de acabar con él; el sistema emocional nos protege de ataques externos y cuando percibe una agresión pone en marcha la emisión de hormonas y neuroconductores, que provocan determinadas conductas. Tanto uno como otro actúan de forma automática, no somos conscientes de que lo hacen y no podemos ejercer ningún control sobre ellos.

Otros autores como Rafael Echeverría, sociólogo y uno de los padres del coaching ontológico, afirman que actuamos “en piloto automático”, no somos conscientes de lo que hacemos y lo que hacemos está guiado por el sistema emocional, y tan sólo cuando se produce un acontecimiento extraordinario, “un quiebre”, somos capaces de pensar sobre ello.

Las emociones no podemos controlarlas, pero afortunadamente sí podemos controlar nuestra conducta si aprendemos a hacerlo. Lo fórmula consiste en anticiparse a la emoción, en anticiparse a la situación real adquiriendo hábitos de conducta para poner en práctica en aquellos momentos que son importantes para nosotros. ¿Qué situaciones se me presentan con cierta regularidad en las que no reacciono como yo desearía? En este sentido, las empresas deberían preocuparse por fomentar hábitos de conducta que, al igual que el entrenamiento deportivo, disparen conductas emocionalmente controladas y que fomenten la colaboración y el espíritu de equipo.

Las empresas que apuesten por la felicidad de sus empleados, por propiciar ambientes de trabajo sanos, en los que se propicie el bienestar, estarán a apostando por mejorar sus resultados contribuyendo a conseguir una sociedad mejor.


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