Neurociencia, ¿una nueva ventaja competitiva?

Redacción ORH23 mayo 20166min

Mucha información reduce la atención. La mayoría de los trabajadores viven a diario una lucha mental generada por todas las actividades que deben llevar a cabo y su afán de ser productivos y mantener la concentración. Actualmente, en un mundo inundado por la información se espera de nosotros que procesemos más rápido y mejor.

cerebro
La energía de nuestro cerebro también se agota.

La caída de la atención en muchas organizaciones supone una pérdida de productividad generalizada. Los empleados tienen problemas para adaptarse y, por si eso fuera poco,  no suelen conocer los medios para alcanzar la atención necesaria.

La mayoría de las personas siguen pensado que el fin de la neurociencia es descubrir curas para enfermedades y desórdenes mentales, pero estos estudios científicos no solo sirven para mejorar nuestra salud física en el caso de requerirlo, sino que también revelan información que mejoran nuestro funcionamiento cognitivo diario.

Como explica Donna Flynn, vicepresidenta de Work Space Futures de Steelcase, las investigaciones neurocientíficas llegan justo a tiempo para dar a conocer los procesos de la atención. Estos estudios ofrecen las claves sobre cómo mejorar la atención en el proceso de trabajo. Y para ello, además de consultar las investigaciones, es totalmente necesario conocer cómo funciona nuestro cerebro.

Se sabe que hay múltiples mecanismos biológicos implicados en la atención. La corteza prefrontal, que se describe como el CEO del cerebro, es quien dirige nuestra atención, pero los neurocientíficos aseguran que en la atención intervienen, como es de imaginar, más elementos.

«Para entender la atención, tenemos que pensar en ella de manera holística en términos de múltiples funciones del cerebro, pero también en problemas contextuales, como es el contenido que procesa nuestro cerebro, nuestro estado físico y el entorno», explica Beatriz Arantes, investigadora de WorkSpace Futures y psicóloga organizacional.

La atención también se ve condicionada por nuestro estado de alerta mental: cuando estamos cansados, excitados, aletargados… nos cuesta centrar nuestra atención. Por ello, para mantenerla es necesaria un nivel moderado y óptimo de alerta mental.

Otro elemento clave es el sistema límbico: el cerebro del ser humano responde de manera natural a lo inesperado, lo que hace que seamos muy fáciles de distraer, según explica John Medina, biólogo de desarrollo molecular de la Washington State University.

Si bien es cierto que no todas las distracciones dependen de elementos externos, también internos. Nos distraen nuestros pensamientos, preocupaciones e inquietudes. La atención también es una función de la orientación motriz, según la cercanía a la que nos encontremos de un estímulo sensorial afectará en mayor o menor manera a nuestro nivel de atención. Por ejemplo, los estudiantes que se sientan cerca del profesor les cuesta menos prestar atención que los que se sitúan en las últimas filas.

Pero, ¿por qué estamos tan distraídos durante nuestra jornada laboral? Estos son algunos datos:

  • Cada 3 minutos es la frecuencia media en la que un empleado se ve interrumpido o distraído en la oficina.
  • 23 son los minutos que necesita ese empleado para volver a centrarse en la tarea que estaba llevando a cabo.
  • Las ventanas abiertas simultáneamente en los ordenadores son una media de 8.
  • 30 veces por hora miran los empleados su bandeja de entrada.
  • Desde el 2012, ha aumentado un 200% del tiempo medio en el que se utilizan los dispositivos móviles.
EL CEREBRO EN EL TRABAJO

El cerebro se cansa. Muchas organizaciones creen que la concentración es el medio que lleva a la productividad y que el objetivo debe ser que sus empleados mantengan el mayor nivel de concentración posible, al menos durante ocho horas al día.

En cambio, los neurocientíficos aseguran que la concentración es un recurso limitado. El cerebro también consume energía y controlar nuestra atención es una actividad de gran intensidad que requiere de un gran esfuerzo. La priorización, la planificación… consumen grande cantidades de energía.

Cuando nos enfrentamos a tareas complejas, aumenta la tendencia a distraernos. “Es un sencillo mecanismo de ahorro de energía, como bajarle la temperatura a un termostato”, afirma Arantes.

El problema viene cuando intentamos seguir concentrados pero nuestro cerebro está agotado. Al final, evitamos las tareas complejos, aprendemos menos, recordamos menos y cometemos más errores.

Por estas razones hay que conocer y respetar los diferentes ritmos del cerebro. Los principales hallazgos de la neurociencia han concluido que es imposible que ningún trabajador esté ocho horas, o más, teniendo un nivel óptimo de atención.

Más información en Think Better.


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