¿Sufres una desafección generalizada en la empresa? Plantea retos que requieran de un esfuerzo mental

¿Alguna vez te has topado con un empleado que, sin aparente motivo, baja su productividad? ¿O que parece estancarse en pleno proceso de adaptación? Esta situación de desafección es más normal de lo que pensamos, especialmente en los equipos de alto rendimiento, donde la creatividad y la innovación son parte del día a día. Y es precisamente en ese momento crítico cuando cualquier trabajador necesita motivos para seguir adelante. ¿Cómo? Una reciente investigación sugiere algo tan sencillo como plantear retos que requieran de un esfuerzo mental.

Cuando hablamos de productividad, existen unos tiempos más o menos definidos que afectan a todo empleado. En primer lugar, el aterrizaje, en el que se tarda alrededor de seis meses de media en alcanzar un rendimiento óptimo. Después, la etapa de alto rendimiento, en la que el trabajador sigue aprendiendo pero ya es plenamente funcional para la empresa. Por último, la desafección, que se produce cuando el empleado ya ha alcanzado su pico de ‘performance’ y siente que necesita nuevos retos, ya sea en forma de ascenso o en un nuevo proyecto.

En las tres etapas se puede producir un período de desafección. Más aún, en un contexto de ‘quiet quitting’ generalizado, en el que una parte de la masa trabajadora siente una desafección más temprana de lo habitual. Su mecanismo de defensa para combatir el sobreesfuerzo suele ser ‘cumplir el expendiente’; esto es, hacer lo mínimo indispensable en sus funciones para preservar su puesto. Esto deriva en una mayor frecuencia de los descansos mentales en el empleado. Desconectar se ha vuelto fundamental, tanto dentro como fuera del horario laboral.

¿No hacer nada o enfrentarte a un reto mental?

Desde una perspectiva psicológica, esta necesidad de desconexión siempre se ha asociado a que el cerebro humano prefiere por defecto no hacer nada a realizar cualquier tipo de esfuerzo. Es lo que se conoce como el principio de conservación de energía (aplicable también al resto del cuerpo e, incluso, a la física del Universo). Sin embargo, el citado estudio, llevado a cabo por la Universidad de la Columbia Británica plantea todo lo contrario: nuestra mente prefiere enfrentarse a retos, resolver problemas, antes que no tener nada que hacer.

A lo largo de una serie de experimentos, los participantes tenían que elegir entre mirar una pantalla en blanco o hacer una sencilla tarea de suma. Ver esa misma pantalla en blanco o realizar una tarea de Stroop (en la que tenían que nombrar el color correcto en palabras engañosas; por ejemplo, la palabra ‘rojo’ era de color azul y la respuesta correcta era ‘azul’). También se les ofreció realizar ellos mismos la tarea de Stroop o que un ordenador la hiciese automáticamente frente a ellos. Por último, los participantes podían optar por contar una serie de imágenes o simplemente verlas.

Los resultados de los experimentos fueron sorprendentes: en la inmensa mayoría de los casos, los más de 2.000 participantes en el estudio optaron por realizar un esfuerzo mental, antes que quedarse mirando una pantalla en blanco o que un ordenador completara las tareas en su lugar. Es decir, que plantear retos mentales parece motivar más a las personas que darles la opción de no hacer nada (o lo mínimo indispensable). Eso sí, el estudio también sirvió para constatar otra realidad: cuantas más veces tenían que repetir una tarea, menos ganas tenían los participantes de hacerla. Trasladado al ámbito laboral, podemos concluir que el trabajo repetitivo puede conducir al tedio y al aburrimiento hasta del trabajador más activo.