- El cerebro no diferencia entre realidad y creencia. Por esta razón es importante cuidar nuestro diálogo interior y la percepción que tenemos de nosotros mismos. Todo influye en nuestros resultados.
- El cerebro no entiende de bromas e ironías. Tenemos que tener cuidado con algunas frases que decimos y que, sin darnos cuenta, pueden convertirse en creencias que limiten nuestro potencial (ej: ¡Qué tonto estoy!; esto no se me da bien; no puedo con ello, siempre me equivoco…)
- El cerebro tiene dificultades para entender las frases formuladas en negativo. Nuestros objetivos han de estar formulados en positivo. No es lo mismo decir “no puedo conseguir mi sueño”, a decir “¿cómo podría conseguir mi sueño?”.
- El cerebro entiende e integra mejor las frases cortas y concretas. Para que el cerebro ponga el foco en algo hay que concretar para, de este modo, facilitar la tarea de dirigir todos los esfuerzos hacia el objetivo.
- El cerebro tiene que descansar. Durante el día no para, y las horas de sueño son imprescindibles para que el cerebro organice e incorpore toda la información del día.
- El cerebro actúa según las expresiones de nuestro rostro. Si por ejemplo sonríes interpretará que estás contento.
- Los actos de gratitud favorece que el cerebro se guíe hacia lo positivo y trabaje de manera eficaz.
- El cerebro, como comentamos, no reacciona adecuadamente ante la multitarea puesto que ésta no le deja pensar con claridad. Si queremos aprovechar al máximo nuestra capacidad es necesario el orden y la concentración.
- Los descansos entre tareas son vitales; incluso, a veces, no hacer nada es necesario para recargar el cerebro.
- Mediante el juego podemos fomentar la búsqueda de soluciones desde una perspectiva diferente a la habitual.
Fuente: Noemí Vico García en Dictea.