«Me aburro, me aburro, me aburro mucho». Le falta la música pero seguro que la letra os suena. El meme que corre por las redes es una expresión simpática de una circunstancia, el aburrimiento, que no es ni mucho menos el mayor de los males que nos acechan desde el punto de vista de nuestra salud mental. La inactividad, la falta de relaciones sociales, los conflictos de convivencia, el teletrabajo sin desconexión… estamos envueltos en un día atípico que pone a prueba, y de qué manera, nuestro equilibrio emocional.
«La VIDA en mayúsculas es una variable que ahora, junto con la salud y la economía, resulta fundamental», afirma José Ramón Ubieto, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. «Ya estamos empezando a sufrir las consecuencias de lo que es el confinamiento y todo el mundo, desde la señora de sesenta años hasta el niño de ocho, siente frustración, ganas de salir, ansia por ver a su familia… Eso también afecta a la salud; a la física, pero también a la mental», advierte el psicólogo.
Los expertos también llaman la atención sobre las sucesivas prórrogas del confinamiento y sobre las noticias contradictorias que le llegan a la población sobre la relajación del mismo, la vuelta progresiva a la normalidad o, incluso, posibles fechas de reactivación. «Generar expectativas seguidas de frustración es una alternancia muy negativa -explica Ubieto. porque creer que has salido del túnel y de repente tener que volverte a encerrar es muy frustrante».
¿Por qué entonces siguen poniéndose fechas, incluso aunque sepamos que no son definitivas? Según una revisión de estudios publicada en The Lancet, para las personas confinadas cada anuncio de aumento del tiempo de cuarentena provoca frustración o desmoralización, pero no poner ningún límite en el calendario a esa cuarentena tiene efectos aún más perjudiciales. Y es que, como explica la psicóloga Mireia Cabero, fundadora del movimiento Cultura Emocional Pública, un proyecto que se lleva a cabo en la incubadora Hubbik de la UOC, poner una fecha límite, aunque sepamos que no tiene por qué ser definitiva, nos ayuda «porque el cerebro se relaciona mejor con estados no deseados que tienen fecha de caducidad que ante la incertidumbre sin límite. Aumenta su capacidad de llenar este tiempo limitado de intenciones y esfuerzos», señala.
Mientras tanto, Cabrero recomienda afrontar el encierro asumiendo actitudes como las siguientes:
- Ser conscientes de cómo nos está afectando el confinamiento interiormente (cómo nos sentimos, qué pensamientos y sensaciones nos produce, qué actitudes y comportamientos nos genera, cómo está nuestro cuerpo…).
- Dar sentido a lo que está sucediendo como sociedad e individualmente.
- Aceptar lo que nos está ocurriendo para dejar de luchar contra las circunstancias y generarnos circunstancias que nos sean favorables aceptando el reto vital ante el que estamos.
- Decidir para qué queremos que nos sirva este tiempo de vida y a qué queremos dedicar este periodo de «parada obligatoria». Aunque estemos más parados, la vida sigue corriendo y depende de nosotros lo que hacemos con ella.
- Disponernos a vivir con sentido y voluntad esta nueva «normalidad», que tiene fecha de caducidad aunque aún no la conozcamos.