¡Por favor, que alguien le diga a quienes corresponda que dejen de intentar ayudar a las mujeres protegiéndolas de sí mismas!
La menstruación no es una enfermedad. Tampoco es una excusa. No es un derecho, ni por supuesto es un deber. No lo pedimos al nacer ni es opcional (salvo problemas fisiológicos de base o imperativos médicos que la fulminen, siempre con efectos colaterales tanto o más molestos que sufrirla mes a mes). Es lo que es. Es lo que hay por ser mujer. Es la circunstancia biológica diferencial que nos define a quienes hemos nacido con doble cromosoma X. ¿Orgullosas por ello? Ni sí si no ni bueno ni malo. Es un latazo, es incómodo, duele… y nos da la posibilidad de ser madres.
A las que, como yo, hemos querido tener hijos, todo lo que se sufre nos ha compensado, pero no es ahí donde quiero llegar, porque en el mismo barco “menstrual” estamos todas las mujeres, las que queremos tener hijos y las que no, las que podemos y las que lamentablemente no. A todas nos une su visita mensual más o menos puntual. Y a cada una se le manifiesta como la persona única y diferente que es: con diferentes niveles de dolor ovárico o mamario, con diferente intensidad del flujo, con mareos, náuseas, depresión, cefaleas, incluso desmayos… ¿Cuándo todo ello es incapacitante? Puede serlo, pero ya tenemos el derecho de ir al médico para saber porqué y cómo paliarlo. Y si lo es, ¿por qué ha de pagarlo íntegramente la Seguridad Social si no lo hace con los cólicos o resfriados? ¿No es una discriminación tan descomunal como el roto que esta ley hará en la ya agujereada caja común? El titular es que no paga la empresa, la realidad es que pagamos todos.
Sí que es necesaria más sensibilidad médica hacia unas circunstancias reales, no imaginarias, que tienen tratamiento, incluso preventivo, si no se nos despacha con un “puedes soportarlo, total, es una vez al mes” (aún recuerdo la cara de condescendencia de mi médico y mi clásico «eso es porque no le duele a usted»). Y lo que no necesitamos, de verdad y por favor, es que se nos defienda de nosotras mismas porque no somos un peligro ni público ni empresarial.
Quienes pretenden algo así no entienden de qué va la sostenibilidad financiera de las empresas (que no paguen la baja no significa que hagan un paréntesis en su productividad). Hagamos una cuenta sencilla: multipliquemos 3 por 11 meses (dejemos uno para las vacaciones). Tenemos 33 posibles días de baja laboral. ¿Qué empresa, grande, mediana, ni por supuesto pequeña, pueden hacer una mínima planificación de plantilla con este horizonte? Me vienen a la mente las iniciativas puestas en marcha por los Ayuntamientos de Gerona y de Castellón: Permisos de 8 hora agrupables en un máximo de 2 horas. En el primero y desde enero de 2022 sólo 8 mujeres lo han solicitado; en el segundo, ninguna. ¿Por qué? Porque es un permiso recuperable, no va a fondo perdido de nadie.
Los ideólogos de esta medida comprendida en la Ley del Aborto tampoco saben que la relación empresa-empleado cada vez ha de sustentarse más en el binomio responsabilidad-confianza (con los objetivos como árbitro de la flexibilidad). Y por supuesto, no tienen ni idea de que las mujeres no necesitamos que hagan de una condición biológica una debilidad. Ya es difícil que las estadísticas de contratación femenina suban como para que, encima, se den argumentos que las frenen en forma de costes improductivos.
Verdaderamente no entiendo cuándo y porqué llegamos a la conclusión de que los recursos son ilimitados. Los naturales no, y lo estamos viendo; ahí está el discurso de la sostenibilidad y la urgencia de la transición energética, tan necesarios ambos, Pero es que los económicos, ya sean públicos o privados, tampoco lo son, pero eso es algo que no queremos ver porque no nos interesa ver.
¿Qué tal si dedican esos millones a las enfermedades raras la dependencia la atención psicológica temprana y otras prioridades olvidadas? Y, por favor, no se olviden de incluir protocolos médicos específicos para la dismenorrea.