Una cosa es el mentoring y otra el coaching. La terapia es otra totalmente diferente. Pero me sorprende la cantidad de profesionales que no saben que son disciplinas diferentes, que persiguen objetivos y tienen actuaciones diferentes, aunque pueden complementarse. Incluso, también hay quien afirma que el coaching es una profesión engañosa, que intenta ser una terapia que se realiza con poco conocimiento y poca propiedad.
Pero en realidad las escuelas de coaching, reconocidas por la ICF (Federación Internacional de Coaching), acompañan a los alumnos, comprueban el aprendizaje, exigen horas prácticas, exámenes y grabaciones que certifiquen los conocimientos y, en definitiva, enseñan muy bien que el coaching se trata de un proceso de desarrollo de conductas, que facilitarán la consecución de un objetivo fijado por una persona. Este proceso es un camino de empoderamiento, en el que el coach no dará las respuestas, ni indicará el camino a su cliente (coachee). Simplemente ayudará a éste a reflexionar y a encontrar su propio camino hacia la meta, a través de preguntas.
Parece fácil, pero la sencillez del método revela su belleza y oculta la dificultad de su ejecución. Y es que se podría decir que jugar al fútbol es golpear un balón para intentar llevarlo hacia la portería, porque así es. Pero también hay que tener en cuenta que controlar el balón no es nada sencillo, que chutar tiene su dificultad, que hay que conocer los ángulos de tiro, que hay también jugadores en el otro equipo, un portero defendiendo la portería y un juez que se encarga de que se cumplan las reglas.
¿Cualquiera entonces podría ser un coach? Claro que sí. Pero para ello debería formarse, hacer prácticas, estudiar las habilidades de la ICF, unirse a ella, seguir estudiando diferentes técnicas y herramientas, procesos transformacionales, neurociencia del comportamiento y leer mucho.
La ICF define el coaching como «la asociación entre el coach y el cliente, en un proceso creativo y de reflexión que inspira al cliente a maximizar su potencial personal y profesional (…)». El mentoring es algo totalmente distinto.
Según Barry Bozeman y Mary Feeney, de la Universidad de Arizona, «el mentoring es un proceso de transmisión informal de conocimientos, capital social y apoyo psicosocial percibido por el receptor como relevante para el trabajo, la carrera o el desarrollo profesional; ser un mentor implica una comunicación informal (…) durante un periodo de tiempo acordado entre una persona que es percibida como gran poseedora de conocimientos relevantes, sabiduría o inteligencia (mentor) y una persona en busca de estos atributos (el alumno)».
¿Cuál es la diferencia crucial? El mentor debe ser alguien del campo de trabajo del alumno. Si yo, el alumno, soy un abogado fiscalista en la empresa X, mi mentor tiene que ser un abogado fiscalista más veterano, preferiblemente de la misma empresa (pero también puede ser de otra empresa, siempre en la misma área). Me contará sus experiencias laborales, lo que ha aprendido de ellas, lo que funciona y lo que no. Me dará consejos y me indicará caminos. En cambio, mi coach no tiene que ser abogado. No es necesario. El coach trabajará con el objetivo que me plantee, intentando provocar en mi reflexiones que hagan aflorar mis creencias y me ayude a pensar cómo, con mis experiencias y mi posibilidades, creo un plan de acción para desarrollar conductas que no tengo, o que me cuesta conseguir. El coach no es un experto en mi campo, es un experto en mentalidades y comportamientos.
¿El coach mira al pasado? Muy poco. Solo puntualmente, para identificar patrones de conducta o promover el autoconocimiento, pero sin investigar por qué soy y cómo pienso. ¿El coaching mira hacia el futuro? Siempre. ¿El coaching trata algún trauma? Nunca.
¿Me aconsejará el coach y me indicará la dirección correcta? Lo deberás evitar a toda costa, porque ese es tu trabajo como coachee, encontrar los caminos que crees que te van a funcionar. Y a menudo son caminos muy diferentes de lo que el coach imagina en su cabeza que sería el mejor camino, aunque no puede decir nada al respecto.
En mi opinión, lo más difícil de ser coach, es tener la humildad de entender que el mundo tiene muchos caminos y los que tú elegirías o has elegido pueden no ser los mejores. Muchas veces he visto a coachees que por casualidad se encuentran en situaciones por las que yo he pasado y han elegido acciones que sé que no van a funcionar. Y no puedo hacer nada al respecto. Es un proceso de empoderamiento. Si se equivoca, analizará el error y lo volverá a intentar. El mentor puede evitar ese tipo de errores. El entrenador no. Pero a menudo el camino equivocado funciona.
Como ves son dos cosas totalmente diferentes. Pero la confusión podría venir porque el mentor puede utilizar herramientas de coaching durante el proceso de mentoring, si así lo desea. También puede hacerlo el psicólogo, durante la terapia. Incluso el líder puede -y debe- utilizar herramientas de coaching con su equipo. Esto es lo que vemos en las formaciones de los líderes del mercado.
¿Puede la misma persona hacer terapia, coaching y mentoring al mismo tiempo? Sería el mundo ideal, porque uno complementa el trabajo del otro. Por desgracia, es raro que la gente tenga esta disponibilidad de tiempo y dinero a la vez.
Artículo escrito por Adriana Gattermayr, Directora de Liderazgo y Coaching en BTS.