Desde el comienzo de la pandemia, cerca de 50 millones de trabajadores estadounidenses le han dicho a sus jefes –o a sus directores de Recursos Humanos– “renuncio; para estar así, prefiero dejarlo”. La llamada Gran Renuncia ha sembrado el desconcierto en casi todos los sectores económicos de aquel país. Y la sombra de la duda de si este nuevo tipo de “pandemia” podría extenderse al Viejo Continente; siquiera con una variante. No obstante, algunas actividades se salvan de la quema: ¿Por simple casualidad o porque lo hacen mejor a la hora de retener a su personal? Veámoslo.
El pasado 2021, la cifra de trabajadores que buscaba empleo en nuestro país ha sido la más alta de los últimos años: siete de cada diez profesionales, según las grandes consultorías. Pues bien, aunque España está creando más empleo que nunca, existe cerca de un millón de personas en edad de trabajar (el 3,8% de la población activa) que no busca colocarse.
Eso nos sitúa –solo por debajo de Italia, Serbia y Suecia– como uno de los países europeos con mayor desmotivación entre las generaciones que se incorporan al mercado laboral. Un dato, muy ligado al paro de larga duración: ahora mismo hay en nuestro país 1,5 millones de parados que llevan más de un año sin empleo. Y los análisis prueban que ese desánimo comienza a fraguarse a partir de los 12 meses sin salir de esta situación.
El nivel de bienestar europeo que hace que los españoles acumulemos una antigüedad que nos permite cobrar 33 días por año trabajado, en caso de despido improcedente. Por eso, muchos asalariados prefieren “lo malo conocido, que lo excelente por conocer”.
Ese es uno de los motivos de esta desmotivación: nuestra tasa de paro triplica la de EEUU. Otro es el nivel de bienestar alcanzado por las economías europeas, que hace que los españoles acumulemos una antigüedad que nos permite cobrar 33 días por año trabajado, en caso de despido improcedente. Lo que hace que muchos asalariados prefieran “lo malo conocido, que lo excelente por conocer”. Porque el problema es que quien renuncia, no cobra indemnización…
¿Y quién renuncia a sus derechos adquiridos? Por mucho que tengamos más protección por desempleo. Lo que aparentemente haría que, a la hora de tomar la decisión de dejar un puesto de trabajo, los españoles lo tendríamos más fácil que nuestros homólogos estadounidenses: 24 meses de subsidio, por los seis de media que tienen ellos.
Un “contagio” poco probable
Así que, aclarado el poco probable “contagio” de esa renuncia masiva a estas latitudes –ojo, que nadie descuide sus políticas de compromiso– queda por desentrañar el porqué de esa extraña salvedad de dos sectores concreto de la economía estadounidense: el financiero y el minero. Dos actividades que tienen aparentemente poco que ver, aunque en el sector financiero se haya puesto de moda la “minería” de criptomonedas, y siempre haya mostrado especial predilección por el oro y otros metales preciosos. Lo cierto es que ambas industrias han podido hacer algo que casi todas las demás no han podido o sabido hacer: retener a sus trabajadores.
Pero es que, además, las tasas de abandono de ambas actividades, en realidad han caído por debajo de niveles anteriores a que comenzara la pandemia. Por desgracia para otras industrias, los motivos por los que estos dos sectores tan dispares han podido mantener su fuerza laboral va a ser difícil de replicar.
La industria minera ha podido mantener a sus empleados comprometidos porque se encuentra en pleno crecimiento. Bien a base de seguir extrayendo minerales básicos como el cobre, o de desenterrar otros más exóticos como el neodimio, imprescindible para impulsar vehículos eléctricos de alta tecnología. Vamos, que las empresas mineras no conocían un entorno tan optimista desde el comienzo de la década anterior.
Por desgracia para otras industrias, los motivos por los que el sector financiero y el minero –tan dispares entre sí– han podido mantener su fuerza laboral es difícil de replicar.
La geografía también influye: las minas están a menudo ubicadas en lugares remotos, donde no hay muchas otras tareas que estén bien remuneradas. Y sus ejecutivos saben que al unirse a este sector van a tener que emplear periodos importantes de su jornada anual en viajar y permanecer en esos lugares.
En cuanto a la industria financiera, no solo han sobrevivido a la pandemia, sino que incluso ha prosperado. Que se lo digan aquí al Santander o al BBVA, que presentaron hace unas semanas balances anuales con suculentas ganancias. Pues bien, en EEUU las firmas financieras han transferido algunas de esas ganancias en forma de salarios más altos y bonificaciones, eliminando al menos una de las razones por las que los empleados podrían renunciar.
Motivos geográficos y de sueldo
Y el paso al trabajo de forma remota, aunque no carente de trabas iniciales, también podría haber ayudado con la retención de empleados. Pues más allá de responsables de caja, la mayoría podrían hacer su trabajo desde casa.
Ahora, con la paulatina vuelta a la normalidad, el sector financiero estadounidense se divide en dos tendencias. La de su mayoría bancos de inversión, principalmente del área de la ciudad de Nueva York, que exige a los trabajadores que regresen a la oficina; un viaje de vuelta que tal vez no querrían hacer todos, pero a los que compensará el no renunciar a lo grandes sueldos que caracterizan este mercado. Y la de casi todas las demás firmas financieras, que muestran una considerable indulgencia en lo que respecta a las políticas de presencialidad.
De modo que el secreto de ambas actividades queda desvelado, y no parece serlo tanto: “Tampoco hay muchas cosas más que hacer en mi zona”, o “Con lo que me pagan, no pienso renunciar a coger el tren todos los días; aunque tenga que madrugar”.
Fuente: Korn Ferry.