En este contexto, es de destacar como los elementos culturales son los que marcan más la diferencia. Aspectos tales como el trabajo flexible y entornos físicos y tecnológicos de trabajo son factores “higiénicos” o “must-haves”, mientras que los elementos culturales son factores “diferenciadores” y potenciadores de la experiencia del empleado.
En palabras de André Ribeiro, Vicepresidente de BTS: “la gran mayoría de las veces los factores culturales son los menos trabajados por las compañías en sus planes de experiencia del empleado, que acaban por tener mucho más inversión para modernizar sus oficinas, que para revisar y actualizar el estilo de liderazgo y la cultura de trabajo de la organización”.
Por otro lado, es conveniente para una eficaz consecución de estos planes, que el empleado ponga de su parte, para ello es fundamental saber lo que busca y valora en una organización, y usar a su favor todos los elementos de experiencia del empleado que la empresa pone a su disposición, para estar mejor en el trabajo y en su vida personal. El verdadero valor de estos planes está en ayudar a los empleados a traer la mejor versión de sí mismos para el trabajo, y cuánto mayor balance y control tienen de sus vidas, más motivados y productivos van a estar en su día a día.
Asimismo, un elemento primordial de la experiencia del empleado es que afecta muy directamente al cliente, por lo que, si se desarrollan equipos más efectivos, eficientes y satisfechos, se consiguen mejores ventas y clientes más contentos, lo que afectará de forma exponencial a la cuenta de resultados.
André Ribeiro concluye, “hay que pensar en que la organización va más allá en la de las personas en contacto con el cliente. Hay áreas de soporte, corporativas o de back-office, que también tienen impacto, aunque sea a través de sus compañeros, los que están en contacto con los clientes. Estas interacciones también terminan influyendo en el ambiente de trabajo y, por ello es necesario la colaboración de todas las partes implicadas”.