En la era digital en la que vivimos hoy en día, resulta imposible manejarse sin nuevas tecnologías en cualquier situación de la vida cotidiana. Durante todo el día, sin ser conscientes, estamos empleando el uso de herramientas digitales para facilitarnos el día a día como, por ejemplo, la forma de relacionarnos y comunicarnos.
En el ámbito laboral ocurre lo mismo, constantemente aparecen nuevas aplicaciones y recursos digitales e informáticos que obligan a mantener actualizadas las habilidades para la adaptación a estos nuevos cambios. La digitalización ha impacto directamente en los negocios, haciendo que todas aquellas empresas que no hayan invertido en la transformación digital se queden obsoletas y, por tanto, con una desventaja importante en el mercado.
Por este motivo las competencias digitales han alcanzado el primer lugar en la lista de requisitos a la hora de seleccionar el equipo humano. El mercado laboral demanda en la actualidad trabajadores que sepan manejarse con soltura con la tecnología y sean capaces de hacer frente con solvencia a los nuevos desafíos digitales que impone la era actual. Las competencias digitales son las llamadas competencias del siglo XXI.
El modelo de evaluación de competencias digitales es uno de los más reclamados en el mercado por la necesidad de las empresas de contar con personas que se muevan con destreza en el mundo tecnológico y tengan la capacidad de aprender y asimilar con rapidez nuevas herramientas o funciones digitales. Un modelo sobre el que desarrollar herramientas de evaluación que permita a los responsables de RRHH medir de manera precisa y objetiva el nivel de competencia digital de sus candidatos o colaboradores exige abordar la aptitud digital desde varias perspectivas: actitudinal, competencial y transversal. Estas dimensiones se retroalimentan unas de otras y conjuntamente determinan la competencia digital de una persona.
A través de la faceta actitudinal es posible medir la predisposición y actitud de las personas hacia el aprendizaje, uso y exploración del entorno digital, lo que resultará determinante para su aprovechamiento. En esta dimensión entran en juego diferentes habilidades como, por ejemplo, la curiosidad, apertura o predisposición de la persona para conocer herramientas o recursos del entorno digital, así como la disposición hacia el aprendizaje y la mejora continua.
La dimensión competencial aborda habilidades o destrezas más tangibles que nos permiten conocer de manera específica el conocimiento y manejo con soltura de herramientas tecnológicas y recursos digitales necesarios para la mejora del desempeño profesional, la gestión eficiente de la información y la comunicación en el entorno digital. En este sentido, un diagnóstico preciso del gado de alfabetización digital de la persona nos va a permitir saber en qué medida es capaz, por ejemplo, de comunicarse de manera eficiente con el resto de la organización, así como con el exterior utilizando los medios y formatos digitales disponibles.
Por último, el eje transversal comprende capacidades de utilización y aprovechamiento del conocimiento digital para su transferencia al contexto real, en este caso el profesional. El aprendizaje, la adaptación y aplicación del conocimiento extraído en el entorno tecnológico digital, ya sea a nivel comunicacional o tecnológico, a un contexto profesional real caracterizado por la complejidad, la novedad, la incertidumbre y la diversidad. Convertir en conocimiento útil la información extraída del entorno digital. En esta fase la agilidad del candidato será clave. La agilidad de actuación ante el cambio o la toma de decisiones, la agilidad mental o la agilidad personal son el mejor ejemplo de la capacidad de la persona de asimilación y puesta en marcha de todos los conceptos adquiridos.
En contra del pensamiento natural, estas competencias digitales no tienen por qué ir sólo ligadas a las nuevas generaciones. Aunque es cierto que hablamos de generaciones nativas digitales y por ello cuentan con una ventaja sobre el resto, estas competencias pueden desarrollarse de igual forma en cualquier edad en una persona que cuente con las habilidades aplicadas a cada fase y tenga la capacidad de extrapolarlas al mundo digital. Aptitudes como la curiosidad, el afán de superación o la capacidad de adaptación y acomodación ante situaciones nuevas son universales y no entienden de rangos de edades. Lo fundamental y esencial hoy en el mercado laboral es aprender a moverse en esta nueva era digital. Una era a la que si un trabajador no sabe subirse corre el riesgo de seguro de quedarse obsoleto.
Virginia Arranz, Líder técnico en Talent Analytics en el IIC.