¿Está la ficción advirtiéndonos de que algo va mal en los RRHH?

Ángel Peña22 agosto 20238min
Novelas, películas y series de TV están aplicando últimamente el género de la ciencia ficción a los Recursos Humanos para explotar sus posibilidades más oscuras. Ha surgido incluso todo un subgénero, el de la distopía corporativa, en cuyas tramas el creciente protagonismo de las nuevas tecnologías en los lugares de trabajo tiene cada vez mayor protagonismo.

 

La aceleración de la revolución tecnológica está nos está despertando miedos ancestrales. Afortunadamente, la esencia narrativa de los seres humanos nos permite tratarlos (trayéndolos a la consciencia) a través de esas historias que nos surgen de no sabemos bien dónde. Ficción las llamamos, quizá para que no nos dé vergüenza la atención desmesurada que le prestamos a lo que, como recordó famosamente Vargas Llosa, no dejan de ser mentira

Algo tan humano como los Recursos Humanos no podía quedar al margen. Más afortunadamente ahora que nunca, porque, además, la convención manda que en las vacaciones tenemos permiso para “perder” un tiempo extra con esas historias.

En la antología académica Economic Science Fictions se analiza el subgénero de la distopía corporativa, cuyo núcleo argumental siempre es “la resistencia contra la empresa y sus malvados directivos”

Varias obras de ficción tratan últimamente el mundo laboral desde una visión distópica. En la novela, llaman la atención acercamientos como el de Hernán Díaz a las finanzas en Fortuna (Anagrama), que ha ganado este año el Premio Pulitzer de Ficción. Un viaje por el tiempo que atraviesa todo el siglo XX para explicarnos sutilmente el presente.

Más específicamente enfocado a los RRHH, y en su versión distópica, ha caído este año como una bomba este año en España Los empleados (Anagrama), que le valió el Premio Booker International la danesa Olga Ravn. Cuenta cómo, en un futuro indeterminado, la nave Seis Mil orbita alrededor del planeta Reciente Descubrimiento, con humanos y robots absorbidos por igual por su alienante trabajo.

En una entrevista en Bruzz, Ravn explica cómo la inspiración le llegó con una brutal experiencia de conciliación al volver de una baja de maternidad a su trabajo de oficinista en una editorial: “Había algo en venir de este mundo donde no hay noche ni día, ni estructura de ocho horas, y donde todo es suave, profundo y pequeño. El choque entre el cuidado de un bebé y el trabajo de oficina realmente me impulsó”.

La búsqueda de oscuridades ocultas en nuestras oficinas ha llegado incluso a crear un subgénero dentro de la ciencia ficción: en la distopía corporativa, una versión deshumanizadora de la gestión empresarial controla (o lo intenta) la sociedad, disolviendo los rasgos individuales, familiares, comunitarios, etc.

Olga Ravn se inspiró en su vuelta a la oficina tras una baja por maternidad para escribir Los empleados, novela ganadora del Premio Booker

El libro Economic Science Fictions (Goldsmiths Press) da buena y detallada cuenta de esta y otras tendencias adyacentes: se trata de una tendencia más anglosajona, al menos en un contexto más sistematizado y académico. El capítulo “Future Incorporated”, de Laura Horn, explica que en el núcleo de las distopías corporativas siempre está “la resistencia contra la empresa y sus malvados directivos”.

Se trata de un subgénero reciente, con mayor énfasis, por lo tanto, en nuevas formas de ficción como el cine y, últimamente, la televisión. Uno de sus títulos más señeros en nuestro país, El método Gronholm, es en realidad una obra de teatro de 2003 escrita por Jordi Galceran, pero su verdadero despegue llegó con la versión cinematográfica.

Las series de televisión, dueñas actuales del mayor porcentaje de nuestra ficción, llevan tiempo frecuentando la distopía corporativa. La tan fabulosa como muchas veces desagradable Black Mirror tiene episodios muy desasosegantes al respecto, como Playlist, y abrió este mismo año su último temporada con uno, Joan Is Awful con todos los rasgos de la paranoia corporativa más contemporánea: comienza con una ejecutiva despidiendo a uno de sus mejores empleados, continúa con esa misma directiva despojada de su intimidad por una compañía tecnológica dedicada al entretenimiento por streaming y acaba… muy mal.

En la serie de televisión Severance, los empleados de una empresa se someten a cirugía para separar su vida laboral de la personal y multiplicar la productividad

Pero la gran sensación del año ha sido la serie Severance, con la que Apple (cada vez más a gusto en la ciencia ficción) ha conquistado a la crítica y el público más exigentes. La trama muestra un arquetipo de oficina gris, deshumanizada, a la que van a trabajar unos empleados que han aceptado realizarse una cirugía cerebral para separar su vida laboral de la personal. Cuando entran a trabajar, no recuerdan nada más que lo que tienen que recordar: su trabajo. Máxima productividad.

La ciencia ficción tiende a la distopía en general por la inveterada (y normalmente bastante útil) desconfianza del ser humano ante lo desconocido. Cuando entra en el campo de la gestión empresarial, la cosa se pone incluso peor. No nos lo tomemos a mal: su misión es lanzar avisos a navegantes.

Además, los Recursos Humanos también pueden adoptar el papel más bonito de la trama, el del luchador contra el sistema distópico. El mencionado capítulo de Laura Horn en Economic Science Fictions arranca con una cita de la serie Incorporated: “Cuando las corporaciones tienen todo el poder, la única manera de recuperarlo es desde dentro”.

 


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