La economía actual está poniendo a prueba las capacidades de adaptación y la agilidad de los CEO de muchas industrias y sus equipos, que enfrentan el desafío de posicionar a sus organizaciones en cabeza de la recuperación y construir las cadenas de suministro, las habilidades digitales y el músculo organizacional necesarios para seguir creciendo en el futuro.
El CEO debe ser el catalizador del cambio integrando con rapidez y efectividad las modificaciones necesarias en la organización, involucrando para ello al equipo ejecutivo completo. McKinsey da tres puntos de partida clave para que los líderes pueden colocar a sus organizaciones en el camino correcto:
- Crear estructuras de cadena de suministro resilientes y con tolerancia al riesgo
La estructura de la cadena de abastecimiento de la organización debe centrarse en satisfacer y prevenir los requerimientos y desafíos del futuro. La eficiencia y agilidad de respuesta pasan a ser fundamentales. Para ello es necesario revisar las redes y las estructuras de las empresas para mitigar el riesgo de un corte en los suministros y apoyarse en cadenas de abastecimiento locales con capacidad de reaccionar con rapidez.
- Redoblar la apuesta por la digitalización por medio de inversiones audaces
Las metodologías digitales plantean la solución más viable para los principales desafíos operacionales. La digitalización está impulsando mejoras significativas en métricas financieras y operacionales clave: reduciendo costos e incrementando la productividad y el flujo de caja; y falicitan a las organizaciones alcanzar metas de sostenibilidad. Para explotar las oportunidades presentadas por las herramientas digitales, las compañías deben estar dispuestas a rediseñar todos sus procesos y dotar a sus empleados de las habilidades necesarias para desenvolverse en el mundo digital.
- Análisis de situación en tiempo real y capacidad de respuesta ágil a los cambios externos
La comunicación interna y la colaboración entre funciones es esencial para una toma de decisiones rápida y eficaz. El conocimiento a tiempo real de la situación de colaboradores y proveedores hará posible ofrecer respuestas efectivas a los cambios y problemas que aparecerán en el camino. Esto requiere cuatro capacidades clave: un monitoreo adecuado del contexto operacional interno y externo, un equipo de planeación dedicado, un mecanismo de escalamiento efectivo para manejar la respuesta a las situaciones emergentes, y el establecimiento de un centro neurálgico integral encargado de administrar los eventos más disruptivos.