Las ideas preconcebidas, los paradigmas y los “siempre ha sido así” son el principal enemigo de aprendizaje. Ahora que el aprender a aprender se ha convertido en la metacompetencia por antonomasia que nos habilita para permanecer empleables a medio plazo, los mitos ni pueden frenar ni nuestra curiosidad ni nuestra capacidad para interiorizar nuevos conocimientos. No obstante, el término “neuromito” no es paralelo al de learnability, ya que fue el neurocirujano inglés Alan Crockard quien habló de él por primera vez en la década de los 80. Con él quiso describir “las ideas sobre el funcionamiento del cerebro que, pese a que no contaban con una base científica, gozaban de amplia aceptación”. Así lo recogen Mónica Quintana y David Ayllón en su libro “Upgrade. Desarrolla tu perfil a prueba de futuro”, editado por LID, en el que, además, descubren cuáles son los seis neuromitos más comunes.
- Hay un hemisferio cerebral dominante. No es cierto que haya personas que usen más un hemisferio que otro, el derecho sobre el izquierdo o viceversa. Todas las personas utilizamos los dos por igual y, de hecho, ambos están conectados por una banda ancha de fibras nerviosas.
- Los hombres son más de hemisferio izquierdo y las mujeres de hemisferio derecho. Las diferencias individuales, independientemente del género, pesan más que las diferencias promedio que son consecuencia del dimorfismo sexual.
- Hay diferentes estilos de aprendizaje. Aunque pensemos que somos más auditivos o visuales en nuestros hábitos de aprendizaje, lo cierto es que eso sólo influye en nuestra motivación, pero no en nuestra capacidad de aprender.
- Sólo usamos el 10 por ciento de nuestro cerebro. La realidad es que ningún área del cerebro permanece 100 por cien inactiva, incluso durante el sueño. El mito viene de cuando los neurocirujanos estimulaban partes del cerebro con electrodos y vieron que sólo reaccionaba de manera visible el 10 por ciento de la corteza cerebral. Con el tiempo se ha visto que eso no significa que el otro 90 por ciento sea silencioso o que no tenga ninguna función cognitiva.
- Escuchar música clásica nos hace más inteligentes. El efecto Mozart infiere determinados beneficios de la música en el cerebro que, sin embargo, no han sido probados más allá de un experimento realizado por la Universidad de California. 36 alumnos que escucharon una pieza de este compositor durante 10 minutos dieron mejores resultados en una prueba de razonamiento espaciotemporal posterior.
- Las neuronas no se regeneran. A diferencia del resto de células del cuerpo humano, las del sistema nervioso central se regeneran a lo largo de nuestra vida, incluso en personas de 90 años. No nacemos con todas nuestras neuronas sino que, mientras unas mueren, otras se regeneran todos los días, especialmente si se las estimula con ejercicios de gimnasia mental.
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