Controlar puede ser necesario e incluso positivo, pero hay que saber hacerlo. Las reglas de la productividad y del rendimiento han cambiado con el teletrabajo, que si bien ha ayudado en muchos casos a mejorar la relación entre los equipos y el trabajo, también ha sembrado la duda de si cada cual está a lo que tiene que estar. La intensidad del control van desde el más sutil hasta el más descarado y todos logran lo no deseado: minar la confianza de todos.
Las nuevas formas de trabajo han cambiado sustancialmente el modelo de relación entre la empresa y sus empleados y, en muchos casos, han puesto en cuestión la manera más adecuada de medir el desempeño de los equipos en remoto. Según ifeel, el engaño abierto respecto de las horas realizadas, el fichaje férreo de los colaboradores o directamente el espionaje de la plantilla no solo no mejoran la productividad sino que acaban con la confianza del líder más empático y del profesional más comprometido.
En este sentido, la consultora especializada en bienestar laboral advierte del riesgo de las empresas y de sus managers sobre todo, de activar de manera consciente o inconsciente mecanismos de control que dañan el bienestar de las personas y el rendimiento de la propia compañía.
Todos ellos, a juicio de sus expertos, producen “desconfianza, suspicacias e ineficiencias” y apartan el foco de los equipos y de sus líderes «de lo realmente importante: de si el trabajo que hay que hacer está hecho”, sin preocuparse tanto “por cumplir con el reloj”.
En concreto, los psicólogos de la firma citada señalan cuatro grandes estilos de control del tiempo basados en la desconfianza: el engaño abierto, el “no digas, no preguntes”, el fichaje férreo y el espionaje.
Estos estilos no son excluyentes sino combinables en función de cada contexto, organización e, incluso, grupo humano. Puede darse la circunstancia de trabajar en un proyecto donde no se pregunta en absoluto por los horarios pero sí se realiza algún tipo de espionaje, aunque sea instintivo y no deliberado. O donde se manipulan los sistemas oficiales de fichaje y, al mismo tiempo, se lleva la mirada hacia otro sitio.
En todos los casos, los psicólogos de ifeel señalan que se trata de prácticas innecesarias que fomentan la desconfianza, “dinamitan el compromiso con la empresa” de los colaboradores y hacen que disminuya la motivación e implicación de estos, “a pesar de que los objetivos se alcancen”.
Según los expertos de ifeel, “controlar es positivo, solo hay que saber hacerlo».
Estilos tóxicos de control de horarios
Estos son los cuatro estilos de control más habituales y, a la vez, más perjudiciales para la confianza y el desempeño de las empresas:
Engaño abierto
Es una estrategia de rastreo de horarios disfuncional que viene motivada por una desconfianza mutua entre empleados y cargos medios o altos y por una metodología de supervisión desordenada.
Se caracteriza por la ausencia, el mal uso, la manipulación o el empleo de herramientas de fichaje ineficientes que acaban distorsionando la validez de la información obtenida sobre el horario y los lugares en los que se ha realizado el trabajo.
Además, suelen ofrecer comportamientos incoherentes de control que combinan la supervisión estricta del horario con una permisividad total, sin que haya una pauta clara.
No digas, no preguntes.
Se basa aparentemente en la confianza aunque suele acompañarse de improvisación y descontrol. En teoría, no se centra ni en el horario y podría resultar el menos conflictivo de los cuatro estilos identificados. Sin embargo, solo resulta útil cuando los empleados son de verdad autónomos y responsables de sus tareas y cuando no aprovechan la discrecionalidad para plantear exigencias o recriminaciones “por la puerta de atrás”.
Según los expertos de Ifeel “va bien siempre y cuando si te digo que cumplo, te demuestro que cumplo”. Y si como jefe o manager “te digo que no me importa el horario mientras el trabajo esté hecho a tiempo, realmente te lo demuestro».
Fichaje férreo
Es el más común de los estilos dadas, principalmente, las obligaciones legales que las empresas han de cumplir respecto de registro horario de sus plantillas. Implica un control “oficial” y aparentemente infalible de los horarios. En realidad, muchas veces está sujeto a alteraciones para cumplir con el horario obligatorio, ya sea añadiendo horas que no se han hecho o bien dejando sin registrar horas extra de las cuales la empresa “no quiere saber nada”.
Cuando esta estrategia se usa mal solo sirve para cubrir el expediente y “alimentar en los supervisores una cierta ilusión de control sobre el rendimiento de la plantilla”. “Desde luego, no contribuye al bienestar de los empleados”, a juicio de la consultora.
Espionaje
Consiste en emplear herramientas informáticas para supervisar subrepticiamente la veracidad de lo que el empleado registra en cuanto a su horario y el lugar desde el que está trabajando.
Probablemente es el estilo más disfuncional de todos, dado que se basa en la desconfianza encubierta y en métodos de dudosa legalidad, que “boicotean” una relación positiva entre los empleados y la empresa y que no solucionan los problemas de raíz asociados a los horarios o al formato de trabajo.
Fotografía de niu niu en Unsplash