Cinco lecciones del poliamor para potenciar la comunicación en la empresa
Ser un buen comunicador en el trabajo no es tarea sencilla. Especialmente cuando se trabaja en equipos grandes. Atrás quedó lo de hablar única y exclusivamente con tu compañero más próximo: las nuevas tecnologías, los entornos cada vez más transversales y el auge de la personalización de la experiencia de empleado implican una mayor necesidad de comunicarse con prácticamente todas las personas de la organización. El problema es que no todos los trabajadores son iguales y, por consiguiente, es preciso utilizar diferentes estilos de comunicación en función del interlocutor. Algo similar a lo que ocurre en el conocido como poliamor, donde las relaciones que se forjan entre los individuos exigen de una madurez emocional y comunicativa superlativa.
Para entender al otro y para hacerse entender, cualquier persona que practica el poliamor (o sea parte de una pareja liberal) está acostumbrada a lidiar con perfiles muy distintos entre sí, incluso con niveles de compromiso o afinidad radicalmente opuestos. En este sentido, como sucede con el ámbito de la sexualidad, los entornos laborales actuales suponen un auténtico reto en lo que habilidades sociales se refiere. Y, por eso, podemos encontrar ciertas similitudes con el poliamor… y algunos algunos aprendizajes que podemos aplicar para pontenciar la comunicación en la empresa:
- Ser siempre transparente (desde el principio): Una de las grandes barreras en la comunicación de una empresa se produce cuando se oculta algo a los demás, o no se comunica adecuadamente. El resultado suele ser una merma en la confianza entre las dos partes. Pero todo empieza en la falta de transparencia al principio, a la hora de definir qué esperamos de la relación que estamos a punto de abordar. Esa transparencia no significa compartirlo absolutamente todo con la otra persona, pero sí lo más importante, para establecer una confianza mutua sólida.
- Crear pactos para todo (y con todos): En este sentido, la confianza se logra estableciendo límites y pactando cada acción desde el principio. En las parejas liberales, esto suele representar los cimientos de la relación: líneas rojas que no se pueden cruzar y aspectos en los que sí se da libertad al otro. En el lugar de trabajo, esto se traduce en la definión del reparto de tareas que, si bien se pueden modificar puntualmente, deben ser más o menos constantes. Si esto se define desde el principio, después será más difícil que surjan conflictos en este plano.
- Descubrir qué necesita el otro (y qué puedo aportarle yo): La empatía es otra característica fundamental del poliamor. Es más, aquí entra en juego el concepto de compersión, que es la felicidad y deleite experimentado cuando otro individuo experimenta felicidad y deleite. En el plano laboral, esto implica saber jugar en equipo y alegrarse por los resultados colectivos, y no solo por los individuales. Pero también se aplica a descubrir en cada caso personal qué necesita el otro. No es lo mismo tratar con un compañero introvertido que con uno extrovertido. Y, por eso, saber adecuarse es indispensable para entender cómo comunicarle las cosas.
- Definir qué se debe compartir con el otro (y qué no): Como decíamos, no hace falta compartirlo todo con otra persona en el trabajo para ser transparente. Lo que sí es imprescindible es saber qué puede herirle o afectarle para omitirlo en una conversación. Y, al contrario: también es importante conocer qué grado de información deseas compartir con cada persona para no sentirte tú vulnerable en ningún momento.
- Profundizar en los conflictos (en lugar de evitarlos): Por último, quienes practican el poliamor afirman basarse en un profundo respeto mutuo, que es el resultado de tratar con madurez cada conflicto que surge en las relaciones. En el lugar de trabajo, la ventaja es que no suele haber implicaciones emocionales tan profundas como el terreno amoroso; sin embargo, se crean lazos lo suficientemente fuertes como para que, a veces, surjan tensiones. En este sentido, la mejor forma de afrontarlas suele ser profundizar en los conflictos, en vez de evitarlos permanentemente. Al fin y al cabo, pasamos de media ocho horas al día en el trabajo.