Hablar con Carlos tiene un sorprendente punto terapéutico. Es sosegado, tranquilo, nada estridente, y a la vez transmite las buenas vibraciones de quien disfruta, y mucho, de sus tareas cotidianas al frente de la Dirección Corporativa de Recursos Humanos de Cepsa. Lo hace especialmente con la negociación y también con la digitalización, en la que su compañía está marcando el paso de otras muchas en lo que a la transformación de sus procesos RH se refiere.
Interpreta las circunstancias actuales desde las líneas de “El amor en los tiempos del cólera” porque ve en el afecto el sentimiento regenerador que necesita la relación entre las personas y la manera de afrontar la conciencia de fragilidad que hemos adquirido a la fuerza.
Y cuando dice que a una isla desierta se llevaría un espejo, una brújula y una balanza en realidad está revelando que quiere reconocerse en cada paso que dé y decisión que tome, que no es fácil que pierda el norte y que los extremos los deja para otros. Será por eso que su gran queja es con la estupidez humana, la soberbia y el engreimiento, en los que es muy fácil caer cuando piensas que ya no te queda nada por aprender. Él quiere seguir haciéndolo porque sólo estando abierto al entorno y a lo nuevo se sentirá inspirado para «traer siempre lo mejor a Cepsa«.