A veces, los extremos, se tocan y parecen menos opuestos. La transformación, el mundo digital, los millennials y la disrupción se han encontrado, frente a frente, con sus ancestros en el IV Update anual que ha celebrado la Asociación Centro de Recursos Humanos ayer en Madrid. El mundo que nos viene del que habló Juan de Antonio, CEO de Cabify, el ritmo exponencial que siguen las compañías de Silicon Valley que reveló el ex directivo de LinkedIn Steve Cadigan, los equipos conectados y las experiencias agile que expuso Eva Atienza, de Telefónica, y la inteligencia artificial de IBM narrada por su DRH Pilar Pons, nos ubicaron en la realidad del siglo XXI… e Ignacio Martínez Mendizábal, Premio Príncipe de Asturias por sus trabajos de antropología en Atapuerca, nos situó en la inmensidad de nuestra historia, la de la Humanidad.
Lo que siempre nos cuesta defender, que es el valor diferencial del talento humano para que nuestras empresas progresen, sean mejores que sus competidoras y evolucionen con sostenibilidad, lo evidenció Nacho en tres cuartos de hora de conferencia en los que nos dejó a todos con ganas de mucho más tiempo de charla. Previamente y para ponernos en situación, Steve Canigan, desde su experiencia en una compañía 100 por cien digital, con su “it’s all about talent” nos había advertido de que la confianza es el nuevo pacto social sobre el que ahora hay que construir relaciones, que formalmente serán cortas en el tiempo pero que generarán vínculos emocionales mucho más duraderos. En el fondo, Steve no habló de otra cosa que de las personas como seres con motivaciones que, aunque se adapten a la evolución de los tiempos, en esencia se mantienen y responden a su más profunda naturaleza. Pero, ¿cuál es la naturaleza humana?
Aquí es donde los extremos se unieron en el Update. Desde Atapuerca, nuestros antepasados Agamenón y Miguelón, junto con Lucy, Rocío, Elvis otros tantos familiares lejanos encontrados en sus simas, vinieron a recordarnos que lo que nos hizo sobrevivir durante millones de años fueron los valores que compartimos y nuestra capacidad, derivada de ellos, para querernos entre nosotros. En su exposición, Nacho nos devolvió a nuestros orígenes y nos hizo ver que los grandes cambios, las grandes disrupciones a las que nos enfrentamos hoy, no son muy diferentes a las que afrontaron Agamenón y Miguelón. Nos explicó que “los seres humanos no nos adaptamos, sino que elegimos qué ha de pasar anticipando el futuro y actuamos en consecuencia para que suceda”. El resultado puede diferir de nuestro deseo pero indudablemente influimos para que tenga nuestra impronta. Sólo así se explican saltos evolutivos como el que nos permitió enriquecer nuestra dieta con carne “descubriendo” que un canto rodado podía transformarse en un arma con filo para rasgar. Nuestra tecnología de hoy es como ese bifaz prehistórico, que nos ayudó a alimentarnos pero que no nos dio de comer. “La tecnología, como las brújulas, nos ayuda a llegar a donde queremos ir, pero esto lo decidimos nosotros”, fue una frase para enmarcar del laureado paleontólogo que en plena transformación digital nos pone los pies en el suelo.
Con campechanía, humor y sensibilidad Nacho consiguió que cada uno de nosotros agradeciéramos a nuestra familia prehistórica haber sabido empezar a construir el futuro que hoy ocupamos. “El origen de las especies vino a recordarnos que somos hijos y no dueños del mundo”, y al hacerlo, fuimos conscientes de que nuestro lugar en el Universo es tan ínfimo como infinitas son nuestras posibilidades de influir en él.