Antes de aprender a escribir ya sabíamos garabatear. Soles, árboles, casas con chimeneas, coches, incluso algunos se atrevían con los animales… Los primeros regalos que hacíamos de niños eran dibujos y sentarse en la mesa con un folio y unas pinturas ha sido entretenimiento para todos.
El visual thinking es algo innato a la condición humana. Siempre se ha representado visualmente ideas, historias, realidades… Desde las pinturas rupestres hasta el arte más moderno que podamos imaginarnos. Mediante el visual thinking volcamos ideas en dibujos simples y reconocibles, que permiten crear conexiones entre sí por medio de mapas mentales.
El objetivo de estos dibujos es entender la realidad, definir objetivos, identificar problemas, descubrir soluciones, simular procesos y generar nuevas ideas. Es cierto, el visual thinking funciona. Y lo hace porque el 80% de nuestro cerebro está diseñado para asimilar y procesar imágenes, que nos resultan más fácil de ‘leer’ que un texto.
Ver una idea a través de los ojos, y no solo de tu mente, expande la capacidad de comprensión y síntesis; facilita la exposición de ideas cuando las palabras no son suficientes y desencadena procesos compartidos de pensamiento y diálogo.
¿CÓMO TRADUCIR LAS IDEAS EN DIBUJOS?
El proceso es más sencillo de lo que a priori podamos imaginar:
- Absorbemos la información visual, recopilamos y seleccionamos lo que tenemos enfrente.
- Se trata de escoger lo que consideremos más interesante. Una vez hecha la selección, agrupamos esta información a través de las relaciones entre los elementos y pautas.
- Interpretamos y ‘manipulamos’ los elementos para descubrir nuevas pautas.
- Cuando se encuentre una pauta y se comprenda debe mostrarse a terceros para obtener feedback.
Para aplicar el visual thinking no tienes que ser un artista, todos somos capaces de dibujar muñecos, líneas, cuadrados, flechas, gráficos… No se trata de representar la realidad fidedignamente sino de hacer dibujos sencillos, simples y universales.