Veinte de mayo

Redacción20 mayo 20193min
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Por Sonsoles Garrido Ledo, Directora de Desarrollo de Negocio de GD Human Capital.

Antes de llegar a aquella enorme puerta de acero y cristal, en su cabeza, sólo debió de haber silencio o, tal vez, un sordo zumbido blanco sobre el vacío. Cruzó el umbral, con gestos verdaderamente raros en ella, por su torpeza y su inseguridad. El 20 de mayo había llegado, por fin, y tenía la sensación de que todo su futuro profesional se desarrollaría en apenas unas horas, justo las de aquel primer día decisivo y único. Lo relevante del cargo que se supone iba a ocupar en aquella empresa se compadecía mal con la sensación de ser la última y más insignificante pieza de aquella maquinaria.

La recepción, en aquel momento, estaba vacía. Un mensaje sobre el mostrador rezaba: “Volveré en tres minutos”. Avanzó tímidamente, giró sobre sus pasos y se plantó de cara a la pared donde una impactante foto la sacó de su letargo como un aldabonazo. Era el pozo de Quinta da Regaleira en Sintra, con toda su fantasía espiral de musgo y de piedra.

Por el pasillo, asomaron tres figuras masculinas que, al acercarse, comenzaron a extender los brazos en ademán de acogida. “Beatriz. ¡Por fin!” “Hola. Tú debes de ser Virgilio. ¿verdad?” “¿Cómo estás? Te estábamos esperando. Ellos son Luciano y Eduardo.” Los cálidos besos del que ya era su equipo ejercieron sobre ella el efecto de una gran masa líquida que refrescara su mente. De pronto, perdió pie sobre el concepto “trabajo” y su cuerpo sintió la placidez de las grandes tardes con los amigos. Virgilio propuso salir. Ella se sentía como una barca zarandeada por las olas, incapaz de imponer voluntad alguna sobre sus actos.

Un móvil empezó a sonar de forma insistente. Le hizo gracia escuchar la melodía de Papageno en el tono. Debía de ser el teléfono de Virgilio, pero no estaba segura. Alargó su brazo para cogerlo y, maquinalmente, apagó el despertador. Se pasó la mano por la cara. Esbozó una sonrisa. Era un lunes radiante de mayo fuera. “He debido de llevarme a mis sueños a mis compañeros…” Su primera mirada del día irradió un destello satisfecho que se compadecía mal con nada que tuviera que ver con el trabajo. “¡Qué delicia ser el corazón de tu empresa! ¡Qué suerte poder dedicarte a algo tan estimulante como los Recursos Humanos!”


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