Un año después de su implantación, la Reforma Laboral empieza a mostrar unos tímidos efectos que pueden convertirse en tendencia, al menos en lo que a la flexibilización de la relación laboral, si finalmente se reactiva la situación económica. Las razones para pensar así las han compartido esta mañana desde la Fundación Sagardoy, con motivo de la presentación del Barómetro del Mercado de Trabajo del IRLE, en el que han intervenido Jesús R. Mercader, Director de Programas de Formación e Investigación de la Fundación Sagardoy, Juan Rodríguez Fidalgo, Vicepresidente Ejecutivo de Aedipe Centro, y Juan Antonio Sagardoy, Presidente del IRLE de la propia Fundación.
Los resultados de la investigación apuntan en la siguiente dirección:
– EMPLEO: Se observa una destrucción menos acelerada del empleo que en años anteriores, mientras que se mantiene la dualidad del mercado de trabajo (el 80% de los contratos se mantienen en cifras del 80%). No obstante, se aprecia un tímido repunte de la contratación indefinida vinculada al contrato de apoyo a los emprendedores (10,1% en marzo).
– FLEXIBILIDAD INTERNA Y MODELO DE NEGOCIACIÓN: Aunque los procedimientos se han incrementado notablemente como consecuencia de la desaparición de la autorización administrativa, lo cierto es que consiguen un fuerte protagonismo los de suspensión y reducción de jornada en relación a los de extinción del contrato.
– COSTES LABORALES: Se aprecia una reducción fruto del proceso de devaluación interna vía descuelgues y modificación sustancial de condiciones en materia salarial.
«Esta reforma laboral es la reforma de futuro que ha tenido la mala suerte de coincidir con una gravísima situación económica». Juan Antonio Sagardoy
Por el contrario, hay otros aspectos en los que los efectos se están haciendo esperar:
– Cada vez es mayor la persistencia en el desempleo, aumentando en consecuencia de larga duración y dificultando también la empleabilidad.
– En materia de negociación colectiva el ritmo de firma de acuerdos no recupera los niveles de antes de la crisis, aunque se espera una reactivación ante la inminente desactivación de la ultra-actividad. Sí que se observa un aumento del número de trabajadores cubiertos por la negociación (se pasa del 9,9% al 12,4%) y una reducción de los convenios provinciales, que pierde 9 puntos porcentuales.
“Esta reforma laboral es la reforma de futuro que ha tenido la mala suerte de coincidir con una gravísima situación económica, -ha comentado al hilo de los resultados del Barómetro Juan Antonio Sagardoy-. Unir una reforma liberal con una crisis provoca que, a modo de espejismo, se atribuya la extinción de los contratos a la flexibilidad que trae consigo”. En su opinión, esta reforma necesita dos años de recorrido, especialmente por la necesidad de contar con jurisprudencia que aclare los muchos matices que su aplicación suscita. “Necesita tener jurisprudencia consolidada que aporte la necesaria seguridad en su aplicación”.
Y en este mismo sentido, Juan Rodríguez Fidalgo, desde Aedipe, ha apuntado que “si no hubiera sido por la crisis esta reforma laboral no hubiera llegado nunca. Ahora disponemos de una herramienta que tendría que haber nacido hace doce años y que hará efecto cuando la situación económica permita contratar y cuando el empresario se dé cuenta del valor de la flexibilidad versus despido. Hay que desterrar 25 años de anclaje en el despido improcedente. La reforma tiene instrumentos revolucionarios que seguro darán fruto. Mientras, puede mitigar los despidos”.
