
Las investigaciones “in sílico”, realizadas por la empresa hispano-israelita Jacobson, con más de 50.000 perfiles secuenciados nos llevan a pensar que para que exista una destreza debe existir una cierta intensidad de talento, ya que en caso contrario podríamos estar experimentando o repitiendo continuamente una actividad para obtener una elevada tenacidad sináptica (transmisión entre neuronas) que fomentaría el aprendizaje y posteriormente la memoria de forma no consciente, sino automática.
“El talento no tiene porque alimentar una destreza, al igual que la destreza no siempre es el resultado de un talento”. Nos dice Elías Azulay, investigador principal de la entidad.
Dentro de esta tendencia de relacionar Genes y Talento, algunas investigaciones clínicas comentan que variaciones en el cromosoma 6 tienen que ver con los diferentes talentos. La verdad es que dicho cromosoma contiene aproximadamente 170 millones de pares de bases que ejecutan, en una mínima parte, progresiones relacionadas con el sistema nervioso y sus células (neuronas). Nos advierte Azulay que los genes no actúan en solitario, si no que son capaces de generar una paleta cromática que haría palidecer a la clasificación Pantone.
“Realmente, el talento se desencadena a través del sistema neurotransmisor, manifestándose en cuanto se dan los estímulos ambientales a los que continuamente estamos expuestos”.
Si atendemos a Howard Gardner y a su interesante pero insuficiente (desde el punto de vista científico) teoría de las Inteligencias Múltiples, percibiremos que diferentes “talentos” se activan con diferente magnitud e intensidad con el objetivo de relacionar al ser humano con su entorno. En estudios realizados con la tecnología algorítmica ADNe Jacobson ha conseguido una aproximación sobre la relación entre cada una de las inteligencias de Gardner y la actividad dominante de ciertos neurotransmisores. Nos comenta el investigador que… ”Ya le digo que se trata de investigaciones in sílico (secuenciación de datos con carácter predictivo) y no con ratones”.
Como todo en nuestro sistema biológico, los neurotransmisores se combinan en cadenas y capas, aportando diferentes dosificaciones en las mezclas para conseguir un resultado concreto y efímero. Por ello, no nos debería extrañar que los mismos neurotransmisores se convoquen para atender a diferentes talentos.
Nos comenta Azulay que “La variabilidad en la intensidad de cada neurotransmisor convocado es dependiente de la variabilidad de los demás, ofreciendo una sensibilidad extrema, ya que un ligero cambio en la intensidad o combinatoria en la liberación de un neurotransmisor, ofrece grandes cambios en el comportamiento. En realidad, todos los neurotransmisores están presentes en todos los talentos”.
Para facilitar una explicación sencilla a todo esto, únicamente le mencionaremos aquellos neurotransmisores dominantes. Como nos comenta el responsable de Jacobson, la inteligencia Lingüística se relaciona con la liberación dominante combinada de Serotonina y GABA, al igual que la Lógico-Matemática lo hace con Glutamato y Acetilcolina, mientras la Interpersonal lo hace con Acetilcolina, GABA, Glutamato, Dopamina y Norepinefrina.
Es importante no caer en la trampa de pensar que por ser GABA inhibidor de Glutamato, esta fórmula es imposible o que la Inteligencia Lingüística es opuesta a la Lógico-Matemática. Existen procesos enzimáticos y de expresión génica en el núcleo de las neuronas (son células) que canalizan, combinan, bloquean y facilitan interacciones hasta hace poco tiempo desconocidas.
Siguiendo esta línea, en la Cátedra Innovación de la UPV con la cual colabora activamente Azulay, se han clasificado los “talentos” en 5 ramificaciones, tales como estratégico, expresivo, creativo, emocional y colectivo, disponiendo cada uno de estos talentos de sus propios elementos. El investigador nos propone un ejemplo sobre una medición, a través del algoritmo ADNe de las intensidades localizadas en un individuo… así… al azar… Talento Estratégico: 70,57%, Talento Expresivo: 65,24%, Talento Creativo: 56,00%, Talento Emocional: 61,75% y Talento Colectivo: 64,20%. Por lo tanto, podemos comentar que el “Talento” no es disyuntivo (o tengo uno o tengo otro) sino que es colaborativo y combinable.
¿Se puede detectar y medir el talento?
Según las investigaciones realizadas, se definen los talentos en 2 características concretas: Por un lado, el talento basado en la “Especialización” y por otro, aquel talento que se basa en la “Combinación”; incluso en la combinación de registros con intensidades relativamente mediocres.
En el primer caso, el factor dominante es único y además, de forma patente y potente. En el segundo, ningún factor es claramente dominante. Digamos que nos encontramos con una línea vertical que indica altitud (primer caso) y una horizontal que indica amplitud (en el segundo caso), siendo posible, aunque improbable, que un individuo disponga de altas intensidades en ambos tipos de talento.
Para localizar esta tipología de talento, con la tecnología algorítmica ADNe se miden 2 marcadores al respecto:
1. Intensidad del registro “Sm” del persotipo, siendo más especializado el individuo cuanto menor es la intensidad de dicho registro y más combinatorio cuanto mayor sea dicha intensidad detectada.
2. El segundo marcador se refiere al cálculo de la consistencia y concentración de todos los registros del persotipo, obtengan una alta, mediana o baja intensidad. Ya le digo que aquí medimos la “Concentración”. Ahora entenderá porque un talento puede ser ese que se refiere a combinar aspectos relativamente mediocres…
Por todo ello, Azulay nos dice que: “El talento se despierta cuando nacemos, se desarrolla mientras vivimos y con el tiempo, es reconocido por los demás como destreza”.