La generosidad, entendida como la virtud de dar, darse y entender a los demás, está aceptada como un hábito deseable, y las personas generosas tienen una imagen positiva. Sin embargo, paradójicamente, las que se muestran excesivamente generosas pueden provocar el efecto contrario. Por ejemplo, cuando alguien da continuamente a otra persona, ésta se ve en la obligación moral de equilibrar la balanza de favores, para lo cual trata de reajustar y devolver algo de lo que ha percibido. Pero cuando alguien que da no nos ofrece la posibilidad de devolverle el favor, nos sentimos mal, y la percepción positiva hacia la generosidad de esa persona se resiente. En el ámbito laboral esta distinción es importante, porque cuando el profesional toma conciencia de ella cambia su modo de actuar: además de dar al otro, permite que también este se ofrezca y le dé.
Maite Gómez Checa, Coach Ejecutivo Senior por la Metodología Coraops, acreditada Senior por ICF y AECOP, y socia de ICE Coaching. Directora Académica del Curso Superior de Coaching Ejecutivo.