Por Maite Sáenz, directora de ORH.- Lo tengo que decir. Echo en falta que no hablemos de lo que de verdad importa ahora y me aburre oír hablar de la atracción y motivación del talento como si todavía estuviéramos en época de vacas gordas. Centrémonos. La macroeconomía avisa y la microeconomía tiembla. Un 10% de inflación, bueno, justo hoy un 9; los salarios no llegan, en enero la recesión será oficial y los españoles habremos perdido un 20% de poder adquisitivo (vosotros también). Pero mientras, seguimos anclados en los programas con naming seductor. Indicadores nos han sobrado para saber que esto llegaría y también que lo que está por llegar no va a ser mejor.
¿Sabremos demostrar que la S de la ESG pesa tanto como la E y la G?
Digo bien que indicadores nos han sobrado porque, incluso, nos hemos perdido en ellos. Hemos sido selectivos y nos hemos obsesionado con el NPS y la encuesta de clima porque, en realidad, nos pierde más que los kpis nos favorezcan y no tanto cómo ni porqué. Por eso las conversaciones en los eventos, las mesas de debate y las redes sociales siguen a lo suyo, perdidas en un pasado reciente que ha caducado a la velocidad del cambio que tanto nos cuesta asimilar. Ahora lo que aprieta al común de los trabajadores es que el coste de la vida está de caro como nunca antes en décadas y lo que les preocupa es ser candidatos a un desempleo de larga duración por edad, cualificación o por ambas cosas. Y los que no son tan comunes, los privilegiados cuya demanda no hace sino crecer como la espuma, también quieren eso… y alguna otra cosa más, como aprendizaje y flexibilidad.
Señores, ¿para cuándo hablar del rumbo que han de tomar nuestras políticas retributivas? Lo sé. No es igual diseñar un bonito programa de engagement que ver cómo demonios equilibramos la sostenibilidad de nuestra caja con el bolsillo de nuestros trabajadores. La compensación es, junto con la formación y las relaciones laborales, la tríada dura sobre la que se ha de construir la solvencia de la nueva gestión de personas en las organizaciones. Las tres son, por un lado, vasos comunicantes para diseñar propuestas de valor al empleado realistas, auténticas, integrales, creativas y, por descontado, sostenibles por honestas y coherentes. Y las tres son, por otro lado, las que darán argumentos para demostrar que la S de la ESG pesa tanto como la E y la G.
Hasta hace una pandemia hacer gestión estratégica -o no- de personas era, quién lo iba a decir, más fácil. Pero ahora, el momento de la verdad ha llegado y no sólo en lo que concierne al ciclo de vida del empleado, sino también al ciclo de vida de la propia función de recursos humanos. Queríamos ser estratégicos y ahora se nos exige serlo. ¿Podemos? Por supuesto. ¿Cómo? Soltando lastre. Dejemos de exhibir éxitos pasados y concentrémonos en los retos del presente, los auténticos, esos que a nosotros, como empleados también, nos quitan igualmente el sueño.
Photo by Ramiro Mendes on Unsplash.
