Microestrés, ansiedad ambiental y overthinking: así es la salud mental del empleado centennial

Pavel Ramírez28 febrero 202311min
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Uno de cada cinco menores de entre 10 a 19 años (el 20,8%) sufre algún tipo de problema de salud mental diagnosticado, según datos de Unicef. Entre los más citados por los trabajadores se encuentran la depresión o el burnout, pero también han aflorado nuevos términos como el «microestrés», la «ansiedad ambiental» o el «overthinking», tres ejemplos de patologías que no cuentan con el consenso de la comunidad médica. En este punto, cabe preguntarse, ¿este incremento es solo consecuencia de la pandemia del coronavirus o existe una nueva ola de trastornos hasta ahora no identificados?

Empecemos por las certezas. La más evidente es que la salud mental de los centennials ha empeorado considerablemente respecto a la de las generaciones anteriores. Según varios estudios, los trastornos mentales se incrementan de generación en generación. Los que tienen mayor predominancia son la ansiedad y la depresión como consecuencia de la pandemia. Por ejemplo, en 2021 una investigación del portal de empleo Indeed reflejaba que los trabajadores pertenecientes a la generación Z manifestaban tasas más altas de agotamiento que en años pasados, con un 59%. Paralelamente, otra encuesta realizada en Estados Unidos cifraba en un 80% el número de ‘centennials’ que se sentían más agotados tras la pandemia, un porcentaje mayor que el del resto de generaciones que participan actualmente del mercado laboral.

Y si vemos diferentes percepciones sobre salud mental es porque «existen cinco generaciones trabajando en el mismo tiempo y lugar, con una diferencia casi de 51 años: tradicionales, baby boomers, generación X, generación Y y generación Z. Cada una tiene su cultura, sus valores, sus ideales, sus gustos, su idioma propio… y sus problemas de salud mental particulares», tal y como explica Ángeles Alcázar García, socia directora del Observatorio Generación y Talento, donde han realizado dos estudios en esta materia que «ponen de manifiesto que existen diferencias entre ellas». Sin embargo, esto no termina de explicar por qué los centennials, en concreto, parecen identificarse más con una serie de trastornos que hasta ahora no eran del todo visibles.

Viejos trastornos en un contexto laboral nuevo

Alma Fernández, directora médica en Savia, salud digital MAPFRE, considera que en su mayoría se trata de patologías preexistentes, que han repuntado o aflorado a raíz de la pandemia: «Sin duda, estas patologías han existido siempre, pero la pandemia ha venido a ‘destapar la caja de pandora’. Y en estos dos últimos años, los trastornos mentales han pasado a un primer plano como consecuencia de la pandemia. En parte, porque el contexto de la crisis sanitaria ha dibujado escenarios laborales inéditos -como el teletrabajo masivo-, pero también porque los hábitos de cada generación también han cambiado. Y cita tres ejemplos que reflejan la salud mental de la generación Z:

  • El síndrome de Burnout, considerado como enfermedad desde 2022 por la OMS y que «se caracteriza por agotamiento emocional, fatiga extrema y cambios en el estado de ánimo, y pérdida de autoestima».
  • La fatiga digital plantea «amenazas para la salud asociadas al exceso de conexión -porque que se difuminan las fronteras entre el trabajo y la vida privada– y otras ligadas a la mayor intensidad del trabajo o el ‘tecnoestrés’, vinculado al uso de la tecnología».
  • La glosofobia, o el miedo a hablar en público, «también ha aumentado notablemente con la vuelta a la oficina. La falta de presencialidad ‘forzosa’ que hemos vivido empieza a pasar factura a algunas personas, que ahora se sienten inseguras a la hora de hablar en público porque durante el teletrabajo – y con las reuniones virtuales – podían «esconderse» tras una pantalla, a veces incluso sin encender la cámara».

Un componente clave para entender este auge de los problemas asociados a la salud mental de la generación Z (y su diferencia con las demás) es tener preocupaciones distintas. Por ejemplo, por «la falta de estabilidad económica, las dificultades para el desarrollo profesional y la discrepancia entre las expectativas y la realidad laboral. En el caso de las generaciones anteriores, existen niveles de estrés más bajos, pero aparecen la inseguridad laboral por miedo a ser sustituidos por empleados más jóvenes, la frustración por la proximidad de la jubilación y la sensación de que no se les tiene ya en cuenta en la empresa», tal y como apunta Alcázar.

El problema es que, como denuncia Fernández, existen pocos recursos para estudiar a fondo estas diferencias, siquiera para tratar a los pacientes de cada franja etaria: «Según datos de ANPIR, en España hay seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes. Es un tercio de la media europea, que se sitúa en 18. Y, basándonos en informes de la OMS y en el incremento de la demanda, se considera que hacen falta al menos 12 por cada 100.000 habitantes. En cuanto al número de psiquiatras, según Eurostat, en España hay 11 especialistas por cada 100.000 habitantes. Sin embargo, países como Francia, Noruega o Alemania duplican ese número y en Suiza hay casi cinco veces más».

¿Existen la ansiedad medioambiental, el microestrés o el ‘overthinking’?

Estas carencias explican en parte por qué existe tanto desconocimiento en España sobre estas nuevas (o, más bien, renombradas) patologías. Por ejemplo, aunque Fernández reconoce que «la ansiedad medioambiental es un trastorno bastante reciente y que afecta a personas más jóvenes, muy sensibilizadas con la crisis ambiental», en realidad considera que se trata de una expresión más del estrés. «Algunas personas sienten mucho miedo [por la emergencia climática] y experimentan altos niveles de estrés, pudiendo llegar a entrar en pánico», añade.

En su opinión, el error consiste en minimizar ese sentimiento de estrés o ansiedad del trabajador. «Aquí es imprescindible la atención temprana y cultivar la empatía. La sensación de impotencia, rabia y desesperanza, deben ser atendidas siempre y nunca subestimadas, a fin de evitar que se puedan transformar en un sentimiento que pueda llevar a experimentar enfermedades físicas». Algo similar a lo que sucede con el microestrés. Porque, «aunque un poco de estrés es positivo porque nos hace estar más alerta y concentrados, y nos activa; se convierte en un problema cuando supera un determinado umbral o se cronifica». ¿Y cuál es ese punto de retorno? Depende de cada cual: «Ni todos podemos aguantar el mismo grado de estrés, ni lo gestionamos de la misma manera».

 

Microestrés, ansiedad ambiental y overthinking: así es la salud mental del empleado centennial

Por último, el conocido como ‘overthinking’ (literalmente, darle demasiadas vueltas a las cosas, en castellano), consiste en repetir incesantemente patrones de pensamiento que conducen a un círculo vicioso de preocupación, ansiedad y nerviosismo. Aunque se trata de un término relativamente moderno, realmente tiene que ver con el clásico pensamiento obsesivo, que pueden llegar a derivar incluso en un debilitamiento físico y dificultades para conciliar el sueño.

En todos estos casos, Fernández reconoce que «existe una alta probabilidad de que las personas puedan somatizar estos problemas, por lo que a menudo presentan otros síntomas fisiológicos como problemas cardiovasculares, gastrointestinales o inmunológicos, entre otros. Además, hay un alto riesgo de que estas personas adopten conductas de afrontamiento no saludables, tales como el abuso de alcohol y drogas o trastornos alimenticios, sin olvidar que el estrés se asocia a una mayor probabilidad de sufrir accidentes».

¿Dispone RRHH de herramientas para esta ‘nueva’ salud mental?

Para tratar con esta ‘nueva’ salud mental, Fernández recomienda utilizar tanto los medios tradicionales como los que han ido surgiendo en los últimos tres años. «Cada vez son más las empresas que contratan servicios de atención psicológica online para sus empleados o incorporan talleres con un amplio abanico de temáticas en relación con la promoción de la salud y el bienestar», apunta.

Y, por ejemplo, apuesta por «talleres para dejar de fumar o adelgazar, a cargo de la empresa y un amplio abanico de programas de promoción de la salud y bienestar de los trabajadores que incluyen nutrición, mindfulness, inplants de fisioterapia, talleres de resolución de conflictos, gestión de las emociones, técnicas de relajación, mejora de la autoestima… todos ellos orientados a conseguir hábitos saludables, lo que supone un claro avance en la toma de conciencia de las empresas por la salud mental de sus trabajadores».


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