Mahoma y la montaña…

Verónica del Río17 junio 20224min

por Verónica del Río San Millán, codirectora de ORH.

“Se cambia de trabajo porque en su actual empresa le obligan a volver a la oficina”. Esta frase, con sus múltiples versiones, comienza a hacerse habitual… No sé ustedes, pero en mi caso, no hay semana en que no la escuche en referencia a varios profesionales que han decidido dejar compañías donde llevaban mucho tiempo -y en las que se encontraban a priori bien y a gusto- por circunstancias que nada tienen que ver con los impulsores clásicos de la movilidad.

veronica-del-rioSi bien llevamos ya tiempo con el debate sobre la mesa acerca de cuál es el mejor sistema de trabajo: remoto, presencial, híbrido…y la mayoría de las empresas siguen afanadas en la búsqueda de la fórmula del éxito, son bastantes las que nos están sorprendiendo al optar por imponer el retorno a la presencialidad.

Puede que se trate de la oscilación típica que sufre un péndulo, que se mueve desde un extremo -desde el modo 100% teletrabajo que impuso la pandemia- ahora hasta el otro -el regreso obligado a la oficina- para terminar encontrando el punto medio, el punto de equilibrio donde se alineen las necesidades de la organización y las de sus profesionales.

Pero lo cierto es que en ese vaivén el riesgo de fuga de talento comienza a hacer acto de presencia. Ejemplos ya los tenemos y empresas incluso como Apple -que siempre ha figurado entre las más deseadas para trabajar- lo están empezado a sufrir. Su director de Inteligencia Artificial, figura clave fichada tres años atrás en Google, renunciaba recientemente precisamente por oponerse a la política de regreso a la oficina que había decidido el gigante tecnológico. Y como él, tantos otros profesionales de tantas otras organizaciones comienzan a vincular, ya no solo su futuro, sino también su presente profesional más inmediato con la flexibilidad.

Frente a estas compañías que parecen dar un paso atrás, nos encontramos con otras como, por ejemplo, el banco alemán N26 que ha optado por abrir oficinas en lugares donde sus empleados quieran vivir. Porque a pesar de ser uno de los empleadores tecnológicos más grandes y conocidos de Berlín, su capacidad de atracción de talento estaba resultando insuficiente en un momento de crecimiento y expansión. Y han comprendido que más ubicaciones significa también más opciones para atraer talento de todo el mundo.

Porque, sí, señores y señoras, el talento también echa de menos la oficina y quiere regresar. Pero lo quiere hacer, eso sí, sin imposiciones y desde la flexibilidad.

Y, sobre todo, porque sí, señores y señoras, el talento está dispuesto a moverse, pero, no nos olvidemos de que el lugar al que se traslada juega tanta importancia como la oportunidad por la que lo hace. Ya no se buscan ciudades que permitan trabajar sino, sobre todo, ciudades que permitan vivir…

Mientras el péndulo encuentra el punto medio, la fórmula equilibrada y sana, yo me pregunto: ¿quién irá ganando etapas? ¿Aquellas compañías que siguen empeñadas en hacer que Mahoma, es decir, el empleado vaya a la montaña, es decir, a la empresa? ¿O aquellas que entienden que las tornas han cambiado y que ahora es la montaña, es decir, la empresa- la que ha de ir en busca de Mahoma, es decir, del empleado?


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