¿Los robots del McDonald’s crean valor o solo generan beneficios?

Pavel Ramírez2 enero 20235min

Por Pavel Ramírez, editor de ORH.

Lo que solo podíamos imaginar en los años 80 se ha hecho realidad: la reciente apertura del primer restaurante de McDonald’s 100% robótico supone un salto casi cuántico hacia la automatización del empleo. Un triunfo de la cuarta revolución tecnológica, sin duda, pero… entonces, ¿qué pasará con los millones de trabajadores de todo el mundo en el sector hostelero? ¿Serán sustituidos por cocineros, camareros y repartidores de metal en los próximos años?

No puedo dejar de pensar en una reflexión que he leído mucho en los últimos días. La apertura de este restaurante robótico coincide con las exigencias de una subida del salario mínimo en la cadena de comida rápida, estancado en 7,25 dólares la hora en EEUU desde 2009. El problema es que parece que McDonald’s ha llegado a un punto en el que económicamente le sale más rentable contratar a robots que pagarle un sueldo digno a sus humanos.

Es lo que se advertía hace un par de años en el Foro de Davos: en 2025, el reparto del trabajo será prácticamente al 50% entre las máquinas y las personas. En otras palabras, de aquí a dos años se habrá destruido la mitad del empleo (humano) que existía en prepandemia. Los grandes afectados serán los trabajos más fácilmente sustituibles desde el punto de vista de la eficiencia empresarial. Lo llevamos viendo desde hace décadas en la industria.

Crear valor no es generar beneficios. O no debería ser solo eso. Cualquier innovación tecnológica debería tener en cuenta al empleado. De hecho, la mayoría de las revoluciones en el trabajo se han preocupado por este concepto tan fundamental.

En este siglo, la automatización también le ha ganado terreno a los trabajadores humanos en la atención al cliente e, incluso, el sector tecnológico. Cabe recordar que los ajustes masivos de plantilla en Meta, Twitter, Amazon y compañía han provocado que se hayan destruido nada menos que 150.000 empleos en las ‘big tech’ solo en 2022. Una estrategia de ensayo y error generalizada que hemos constatado perfectamente con Elon Musk, la compra de Twitter, y su excéntrico juego de despidos y readmisiones de miles de trabajadores en apenas unos días. Como si, de repente, se hubiese dado cuenta de que una compañía (incluso una tecnológica) necesita de mano de obra humana para sobrevivir.

Algo que, más allá de las cuestiones morales que pueda suscitar, colisiona frontalmente con el paradigma de la sostenibilidad en el que nos encontramos. Porque crear valor no es generar beneficios. O no debería ser solo eso. Cualquier innovación tecnológica debería tener en cuenta al empleado. De hecho, la mayoría de las revoluciones en el trabajo se han preocupado por este concepto tan fundamental. Por ejemplo, cuando se inventó la rueda, permitió realizar envíos más rápido, pero al mismo tiempo supuso una mejora sustancial de las condiciones laborales de quienes, hasta entonces, debían hacer esfuerzos sobrehumanos para arrastrar objetos pesados de todo tipo.

Volviendo al caso de McDonald’s, ¿es sostenible apostar por la robotización de toda su plantilla? De momento es un experimento en un solo restaurante y habrá que ver cómo es acogido por parte de los clientes. ¿La atención al cliente se puede automatizar? Más allá de los pedidos de las comandas, ¿cómo resolverá el robot demandas más complejas? Las preguntas no paran de surgir porque pensemos que, paralelamente, la compañía está llevando a cabo proyectos realmente interesantes en este sentido: desde el consumo de energía de procedencia renovable o la reducción del plástico en sus envases, hasta la inversión en el comercio de proximidad con negocios locales. Pero, ¿de qué sirve ser más eficientes o reducir el impacto ambiental si excluimos al ser humano de la ecuación? A veces, la tecnología nos hace perder la perspectiva.

 

 

Foto: 123RF


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