Los fundamentos del agile mindset: primero la cultura y las personas, después los procesos

Maite Sáenz28 junio 20215min

“La agilidad es crucial para hacer que la actividad en la empresa sea adaptable y flexible a un entorno que cambia rápidamente. Por eso ha de ser entendida como una forma te trabajar y organizarse cuyo punto de partida son la cultura organizacional y los valores, y que está destinada a simplificar, acelerar y mejorar el proceso productivo en una empresa. «Esto significa –en palabras Emilio Masa, Principal (Head HR Division) en Wyser España- que equipos y dirección han de adaptarse a los valores y a los principios corporativos con una mentalidad ágil: sin un cambio previo en la cultura organizacional la agilidad no se puede desarrollar y aplicarse a sus procesos. Cambiar la cultura y la manera de pensar es el paso más difícil, pero es crucial, y vale la pena”. 

Masa recomienda cumplir cuatro condiciones para promover la agilidad en una empresa tanto en lo que respecta a la dirección como a los trabajadores:

  • Lo más importante es que exista una actitud que fomente la innovación, que involucre a los líderes y a toda la dirección. El 82,4% de los empleados españoles entrevistados por Wyser consideran importante la trasformación digital, y el 73,7 % de ellos cree que su empresa persigue constantemente dicha innovación2.
  • En el mismo nivel que lo anterior, es crucial contar con las personas adecuadas. La agilidad solo puede ser perseguida por líderes y profesionales que posean soft skills específicas. Sobre la base de nuestra experiencia, las más importantes son: la capacidad para la resolución creativa de problemas, entendido como el talento y la habilidad para enfrentar problemas y retos de forma imaginativa e innovadora; la adaptabilidad al cambio, como la capacidad para la trasformación de las formas de trabajo que aproveche toda la energía de la organización, la agilidad para el aprendizaje, como el manejo de las nuevas experiencias de forma flexible y rápida; el liderazgo ágil, como la capacidad de acción efectiva en medio de condiciones complejas que cambian rápidamente. Como base, habría que añadir la inteligencia emocional como destreza emocional y social necesaria para llevar todo a buen puerto o cómo usar nuestras emociones de la mejor manera posible, para alcanzar tus objetivos personales y profesionales.
  • Cambiando la estructura de los equipos. Multidisciplinar, autónomo, responsable del valor que se crea para el cliente final, orientado a valores y a objetivos… de hecho, los valores y propósitos compartidos son a menudo el “pegamento” entre los equipos que cada vez más se crean en base a unos objetivos y son fluctuantes, creándose y disolviéndose para hacer frente a nuevos proyectos o para satisfacer necesidades específicas de los clientes.
  • La agilidad necesita tiempo para implementarse, pero una vez que se establece, necesita también de unas buenas prácticas para preservarla, algunas claves son la búsqueda constante de innovación, la puesta en marcha de iniciativas de team-building que fomenten la cohesión en el equipo, o la creación de entornos estimulantes y un enfoque de aprendizaje continuo.

 

 La agilidad tiene mucho en común con la transformación digital. De hecho, no es casualidad que naciera precisamente en ese sector –concluye Kasia Rudzik, consultora de Cultural Transformation & Assessment en Wyser España-.  Sin embargo, la agilidad es más cultura que procesos. Es necesario crear un entorno que se apoye en valores, comportamientos y prácticas para que los equipos puedan ser más adaptables, flexibles, innovadores y resilientes. Es por ello que cada vez más se demanda un nuevo perfil de directivo: aquel con la capacidad para crear un entorno adecuado que le permita liderar la organización a través de esta transformación. Son los denominados agility managers.


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