Maite Sáenz25 noviembre 20224min

Tenemos la oportunidad de crear mundos nuevos evitando los errores de los antiguos y ni por esas dejamos de lado los paradigmas, los prejuicios y los sesgos. Resulta que en el metaverso, ese mundo ideal en el que va a transcurrir nuestra vida -dicen- con posibilidades de todo tipo y para todos los públicos, las mujeres pintamos lo mismo que en el mundo real. Nuestro gozo en un pozo: la desigualdad de género va a seguir viva más allá del siglo XXI. A problemas no resueltos, problemas sobrevenidos.

 

He leído el estudio de McKinsey “Even in the metaverse, women remain locked out of leadership roles” y me dan ganas de mandar a revisar a quienes corresponda los ODS, la ESG y toda la parafernalia de discursos sobre la materia, porque no parece que a futuro tengan mucho futuro -permitidme el juego de palabras-.

 

Vayamos a los datos: en las organizaciones más pioneras en esto de la internet extendida, el 90 por ciento de los líderes son hombres; en los últimos cinco años las empresas del metaverso dirigidas por hombres han recibido 107 billones de dólares de inversión mientras que las lideradas por mujeres unos raquíticos 5 billones. Sí, eso hacen los inversores en plena oleada de inversión responsable. Y eso que las mujeres directivas implantan más iniciativas relacionadas con el metaverso en sus compañías que los hombres (60 por ciento de ellas han aplicado 2 o más, frente al 50% de ellos). Y aún hay más: dice el informe que “están surgiendo diversos organismos cuyo objetivo es el de establecer estándares y normas para el metaverso, entre ellos, el Metaverse Standards Forum y Open Metaverse Alliance for Web3, pero curiosamente sólo entre el 8 y el 10 por ciento de las organizaciones miembros de estas asociaciones están dirigidas por mujeres directivas; fijaros qué casualidad: una réplica del 9 por ciento de las empresas Fortune 500 que están dirigidas por mujeres a fecha de hoy. ¡La vida sigue igual!

Las mujeres pasamos más tiempo en el metaverso; esto es, lo exploramos más y lo conocemos mejor. Nos atrevemos a navegar por él combinándolo con el mundo real en experiencias híbridas de compra, ocio, educación, deporte, eventos, etc. Somos activas creando y somos activas consumiendo; somos, por tanto, un claro target de ventas pero, sin embargo, no tenemos financiación para poner en marcha nuestra visión del metaverso.

Si el futuro es el metaverso y allí también vamos a ser desiguales, mal uso haremos del legado de quienes empezaron esto de la lucha por la igualdad de género y que tanto nos está costando mantener. Porque la realidad es que, mientras la tecnología nos pone oportunidades por delante, la acción de quienes dirigen, legislan, invierten y dictan las normas de la nueva sostenibilidad nos alejan de ellas. Lo que veo es que el metaverso se está construyendo con las leyes del “monoverso” -ni siquiera con las del universo- y que en él están las mismas cabras tirando para el mismo monte.

 


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