Parece que lo estrenamos ayer pero el final de 2022 está a la vuelta de la esquina y a estas alturas, cómo no, ya arrecian los informes de tendencias 2023 para la agenda de RR.HH. El último en llegar es el Top 5 Priorities for HR Leaders in 2023 de Gartner, y después de leerlo he de confesar que es como un déjá vu inexpresivo y cansino.¿Liderazgo otra vez? Sí, y en primera posición. Gestión del cambio, otro etéreo fijo de los rankings, le sigue de cerca porque, sin liderazgo transformador no hay cambio posible que valga. Y el tercero, pero no menos “sedoso”, es la experiencia del empleado, ese totum revolutum de procesos que da su placet a los estilos humanistas traduciendo su “me gusta” “no me gusta” en porcentajes del NPS.
De verdad que lo he leído esforzándome para entender qué de lo que está pasando a nuestro alrededor lleva a pensar en esas prioridades a los participantes en el estudio, más de 800 DRH de 60 países. No debo llevar las gafas correctas porque no veo la correlación de las prioridades con lo que de verdad importa ahora. Como si la inflación no existiera. Como si la crisis de aprovisionamientos no existiera. Como si la guerra en Ucrania y las tensiones sociopolíticas no existieran. Como si la transición a la economía verde, la falta de gas y los elevadísimos costes de la energía no existieran. Como si todo esto no estuviera configurando un mundo del trabajo repleto de retos prosaicos, sí, pero visibles y sufridos por todos en mayor o menor medida.
Cierto. Sé lo que estáis pensando y tenéis razón, que todos estos cambios son enormes, que generan incertidumbre y que necesitan de seres de luz que inspiren. Siento vergüenza ajena cuando se habla del liderazgo en términos mesiánicos y automáticamente, supongo que como mecanismo de defensa mental natural, me vienen a la memoria escenas de “Los Increíbles”, “Los 4 Fantásticos”, “Los 7 magníficos” y todos los todopoderosos del mundo fantástico mundial.
¡Eso no es un reto de Recursos Humanos! ¿Pero por qué damos por sentado que esa es una responsabilidad de los profesionales de esta función a la que, durante años, se le ha negado el pan y el agua de unos presupuestos dignos para hacer otras cosas de mucho menor valor y que ahí siguen, a la cola de las prioridades corporativas?
Cambiar el liderazgo es, primero, cosa del líder de arriba; si no inspira ya puede venir la mega consultora con el mega proyecto de transformación cultural y el mega presupuesto, por supuesto, que aquello será tirar el dinero y las expectativas, ambas, a la basura. Y después será su obligación -sí, obligación, que no es lo mismo que responsabilidad-, facilitar la cascada o, mejor aún, la transversalidad de los modos y maneras del liderazgo deseado. En este tema, mirar a RR.HH es, perdonadme, como mirar para otro lado. Incluso os diría que no le hace nada bien a la propia función porque cambiar los usos y costumbres del liderazgo es transformar personas y eso sí que es hablar de humanos como recursos manipulables. Más bien nos valdría recordar, sobre todo al de arriba, que las personas cambian porque quieren y cuando algo les motiva a hacerlo.
No obstante todo esto, lo que más preocupa es que sean los propios directivos al frente de estos departamentos quienes se arroguen tamaña empresa. Algo así sólo puede venir de quien ya se cree rey, aunque vaya pertrechado de nada, como el emperador y su traje nuevo invisible. Es todo un ejemplo de autoinmolación de un colectivo ya de por sí en riesgo de extinción.
