Impacto: ese oscuro objeto de deseo

Maite Sáenz3 junio 20224min

por Maite Sáenz, directora de ORH.

Suma y sigue. Así estamos todos en estos dos últimos años en los que nada se ha consolidado salvo la certeza de que lo que nos espera es cambio y más cambio. Y fijaos en la contradicción: sentimos que vivimos en un continuo día de la marmota cuando tenemos ante nosotros una realidad cuasi distópica que nos invita a todo lo contrario, a no dormirnos en ella, a buscar, a descubrir, a crear. Ahora hay que estar más vivos que nunca para, valga la redundancia, buscarse la vida, y esto aplica tanto a los que tienen trabajo como a los que no.

En Recursos Humanos no falta la tarea y absolutamente todos los procesos están en revisión. Quien quiera seleccionar, contratar, formar, desarrollar, reconocer y retribuir como hace un año tiene los días contados. El cómo hacerlo a partir de ahora no se ha consolidado ni lo hará en el horizonte más cercano, porque en estos momentos las estrategias se definen sobre la marcha, con un ojo puesto en lo que nos pide el negocio hoy y el otro en lo que necesitará mañana. Recursos Humanos no tiene una bola de cristal, ni siquiera es el único responsable de impulsar la transformación en su organización por mucho que gestione el capital (humano) para movilizarlo hacia él. Pero en sus manos sí que está introducir el valor de este capital en la cuenta de resultados. Y para ello tiene que cambiar su lenguaje. No es sólo que sepa hablar en términos financieros y que conozca el argot del negocio; de lo que se trata de verdad es que “sea” negocio. La hoja de ruta de la función deja atrás definitivamente roles cómodos pero que o bien tienen poco valor añadido o son más eficientes desempeñados desde la línea, y hace suyos otros más arduos pero, a la vez, insustituibles.

El verdadero valor estratégico de RRHH es una cuestión de impacto, y este impacto no se puede medir estableciendo correlaciones humanistas o buenistas entre el compromiso y el desempeño, por ejemplo. El impacto ahora es analizar lo que tengo y prepararme para lo que vendrá, haciendo tareas tan poco sexys como la planificación estratégica de plantillas y la búsqueda resiliente de resquicios para una contratación más flexible en la decimonónica legislación que tenemos. El impacto es también afinar el tiro de los presupuestos de formación, tarea para la cual necesitamos -si es que queremos hacerlo bien- superar el paso de la planificación. Y cómo no, el impacto es medir… sabiendo qué y, sobre todo, para qué. La analítica le puede dar la vida a un departamento de recursos humanos y ya está perdiendo tiempo y peso el que esté tomando decisiones con los datos de siempre.

Sabemos lo que ha venido para quedarse, pero aún no nos hemos desprendido de lo que ya no va a volver nunca. Y esa es otra tecla que tocar. Desaprender para reaprender. Toca adquirir nuevos hábitos para estar al día, aportar valor a nuestras organizaciones y mantener nuestra empleabilidad porque, de nuevo y termino como empezaba este comentario, el futuro es cambio y no nos va a dar tregua alguna.


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