David Reyero, senior HR Business Partner & Strategic Projects de Sanofi.- “La gratitud no es sólo la más grande de las virtudes, sino la madre de todas las demás». (Cicerón). Es, por tanto, un sentimiento que ya los clásicos valoraban como esencial para el equilibrio personal. Su potencia es doble: por un lado, refuerza nuestro pensamiento positivo y nos anima a estimar lo bueno de la vida, más allá de aspectos negativos o frustraciones. Por otro, es una energía que nos mueve a la acción, a la mejora personal y a reconocer a los demás y a nosotros mismos. Su efecto es, por tanto, balsámico si la vivimos con convencimiento, determinación y realismo. Posiblemente esto no será sin cierto esfuerzo, ya que muchos no estamos educados en la gratitud y se nos dispara rápido la frustración o la ingratitud. Para aprovechar al máximo sus efectos tendremos que reeducar nuestra mentalidad y así avanzar en esta dirección de sólido crecimiento personal.
Nunca alcanzaremos la felicidad si nos obsesionamos con lo que no tenemos porque todo lo que tenemos nos parecerá insuficiente.
¿Cuáles son las barreras a la gratitud?
Existen múltiples obstáculos mentales para tener una visión de agradecimiento, como por ejemplo:
- Mentalidad de insuficiencia: tendencia constante a “querer más”, “nunca tener suficiente” y de enfocarnos en lo que falta.
- Envidia: comparar nuestra vida con los demás, lo que nos lleva a sufrir si nos vemos inferiores.
- Expectativas irreales: excesiva autoexigencia e insatisfacción que nos genera ansiedad.
- Nivel insano de estrés: vivir a contrarreloj que dificulta saborear el día a día y agradecer lo que somos y lo bueno y bello que nos rodea.
- Queja: las actitudes negativas, ponerse en rol de víctima y no de protagonista de tu vida.
- Perfeccionismo: Nuestra preocupación de si lo haremos todo perfecto o si comunicaremos adecuadamente un reconocimiento a otros limita nuestra capacidad de gratitud personal y hacia los demás.
Beneficios de la gratitud
Según el Centro de Investigación de Conciencia de la Atención Integral de UCLA, expresar gratitud cambia la estructura molecular del cerebro, mejora nuestro sistema nervioso y nos hace más saludables y felices (https://bit.ly/2FQd21B). El resultado es que seremos más pacíficos, más resistentes, menos reactivos y más sabios ya que tendremos más claridad. Y, además, más felices ya que la gratitud es una práctica muy efectiva para estimular nuestros sentimientos de plenitud.
Estos tiempos de crisis e incertidumbre son propensos a la amargura y la desesperanza. Razones no faltan para tener miedo al futuro, caer en el desánimo y poner el foco en las carencias, lo que nos falta o hemos perdido. Más que reconstruirnos y volver a edificar sobre lo antiguo esta disrupción nos estimula para reinventar nuestras creencias. Hoy toca valorar lo que tenemos y fortalecernos mental y anímicamente para afrontar un futuro que probablemente será incierto.
Anthony De Mello dice que “solo hay una razón por la cual no estás experimentando felicidad en este preciso momento, y es porque estás enfocándote en lo que no tienes». Nuestra reinvención debe partir del realismo de lo que somos y de lo que hay. Y a partir de aquí seguramente brotará la ilusión por mejorar, la determinación, la ilusión y el esfuerzo para seguir adelante.
Ojalá todos potenciáramos nuestra capacidad de gratitud, con nosotros y con los demás. Una gran herramienta para disfrutar más los buenos momentos, para levantarnos cuando nos caemos y para recobrar el entusiasmo en los días bajos que todos tenemos. Una actitud que nos da fuerza, sabiduría y equilibrio si la sabemos combinar con otras, como una sana autoexigencia, la autorresponsabilidad o el foco en nuestro propósito; un conjunto de atributos que nos ayudarán a vivir con más claridad y afrontar con mayor acierto nuestros retos del porvenir.
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